Mi madre era una mujer de carácter recio, se casó con un hombre campesino que tenía terrenos sembrados de café, ambos eran de origen andino, vivíamos en San Cristóbal y desde joven decidió separarse de mi papá, así que nos fuimos a vivir a la ciudad de Maracay, Estado Aragua en una pequeña casa, donde salimos a trabajar para sustentarnos. Cada quien al tiempo tomó su destino. Pero mi madre nos quería mucho, trataba de mantenernos unidos, cosa que ahora me gustaría hacer para cumplir su anhelo de familia.

No pierdo las esperanzas que esta pandemia pase y podamos encontramos pronto porque la vida es tan pasajera como el deseo, aunque el deseo nos de la fuerza para anunciar nuevas posibilidades frente a los desajustes.

Me alegra saber que mi hermana y mi hermano se han encontrado en el país donde habitan, sin embrago sé que mi ella tiene planes para regresar a Venezuela en cualquier momento, solo debemos ponernos de acuerdo y que el tiempo sea benevolente.

A veces el alma se llena de respuestas solitarias que toman energía del propio mundo interior que nos hace más grandes, entonces aprovechemos eso y vamos a empecinarnos hacia otros desafíos, yo todavía me siento en la capacidad de afrontarlos con la alegría de mis días.

Mi regalo madre, será encontrarme con mis hermanos y recordarte juntos enteramente inmaculada.