Mi viernes comenzó a las 7am con algo de prisa, pues me tocaba la segunda visita al odontólogo para terminar con lo que sería el cambio de amalgama en mi premolar.

Luego de desayunar y hacer mi aseo personal, me despido de mi bebé quién se queda llorando porque también quiere ir. El transporte esta vez estuvo fluido y pude llegar a la hora prevista 9 am.

Al estar en el consultorio, me tocó esperar, ya que había una paciente antes, a quién debían sacarle una cordal. En la espera llegaron otros pacientes con los que nos pusimos a conversar, el tiempo pasó entre una y otra conversación, y la cirugía de la cordal tardó un poco más, llamaron a otro especialista para que pudiera ayudar, debido a que la chica tenía un absceso en su cordal. Así pasaron 2 horas y 30 minutos para poder terminar.

Llegó por fin mi turno y fue sumamente rápido, así que pronto me fuí al centro porque debía comprarle crema de arroz a mi niña. Mi llegada a la casa fue a las 2pm, algo cansada. Luego de almorzar tomé la decisión de cambiar la cama de mi hija por la mía qué es más grande, y me puse manos a la obra.

Me encantó el cambio, pues ahora mi niña tiene más espacio para moverse mientras duerme, y yo puedo disfrutar de mi TV. Y así llegó la hora de cenar, y posteriormente de descansar.