Un Cuento... Muchas Reflexiones.

Si la vida nos ha sido otorgada, es porque poseemos la fortaleza necesaria para enfrentarla.
— Robin Sharma

Había una vez...

**Así empiezan la mayoría de los cuentos, ¿verdad? **

En lo alto de un risco, levantado orgullosamente sobre la inmensidad del océano Pacífico, y muy cerca de Isla de Pascua, se erguía un viejo faro.

¿Otro cuento, Oneray? Y... ¿Por qué no?

Desde niños, hemos sido enseñados por medio de cuentos que arrastran consigo una moraleja, por medio de la cual se nos inculcaban valores para ser una versión mejorada de nuestros padres... o al menos, esta ha sido la intención de ellos.

Todavía recuerdo algunos de esos cuentos que mi madre solía decirme cuando no quería comer sopa; Mi dulce madre siempre me contaba aquel cuento del hijo de la sirvienta que se comía la sopa, mientras que el hijo de la dueña se comía las presas de pollo. A pesar de esto, este último tenía una apariencia débil y raquítica, mientras que el primero, cada día, era más robusto y fuerte.

Y yo, le creía totalmente :)

Así que, sigamos con el cuento:

Les decía que, se erguía un viejo faro.

Durante muchos años, este faro fue el guardián de los mares, guiando a los barcos a través de la oscuridad de la noche. Pero con el avance de la tecnología, su luz dejó de ser esencial, y los grandes navíos ya no necesitaban su guía para evitar los peligros ocultos en las aguas.

El farero, solitario en su tarea, encontró en las olas rompientes, en las aves que pasaban fugazmente, y en el viento que soplaba con melancolía, su única compañía.

Con el tiempo, la soledad se convirtió en su fiel compañera, y él se sumergió en los recuerdos de días más plenos, cuando su labor era crucial y su vida tenía un propósito claro.

Una noche, cuando el mar estaba agitado y peligroso, un barco encalló cerca de la costa. A pesar de que su faro ya no era necesario, el farero decidió encender su luz, proyectando un rayo de esperanza hacia el tormentoso océano. De esta manera, los marineros, aunque sorprendidos por esa luz inesperada, lograron llegar a la seguridad de la costa.

Fue en ese momento cuando el farero comprendió que, aunque el mundo había cambiado, su propósito no se había desvanecido por completo.

¡Una nueva luz de esperanza encendió su corazón!, y la soledad que lo había envuelto comenzó a desvanecerse. Aunque su faro ya no era vital para la navegación, aún tenía el poder de salvar vidas en los momentos más oscuros.

El hombre del faro aprendió a ver su soledad no como un castigo, sino como una fuente de fuerza y sabiduría. Ya no era el faro más imponente ni el más destacado, pero seguía brillando con una luz especial, única, que iluminaba el camino de aquellos que lo necesitaban.

¿Alguna vez te has sentido como ese farero, atrapado en la soledad, pero aún lleno de propósito?

¿Dime en los comentarios cómo podrías utilizar tu luz interior para guiar a otros en sus momentos de oscuridad?

Recuerda que tu luz es única y, aunque a veces no lo parezca, es necesaria para iluminar el camino de quienes han perdido su rumbo.

Todos tenemos un propósito en esta vida, ¿lo sabías?; y solo necesitamos descubrirlo y encontrar el sendero hacia nuestra felicidad.