En el patio de mi casa hay un frondoso árbol de aguacate (o palta, como se le conoce en otros rincones del mundo), que todos los días (en este tiempo de abundante cosecha) regala un exquisito fruto para acompañar las comidas de mi hogar o para regalarlo a alguien que lo disfrute. Hoy, al salir al patio a buscar uno de estos majares frutales, me acorde de una imagen que hace unos días llego a mi Whatsapp, llamada SEAMOS COMO EL ARBOL. Allí enumeraban ciertas características que identifican a un árbol y que si nosotros como seres racionales las desarrolláramos en nuestro día a día, seríamos cada vez más humanos.

El árbol debe ser regado a diario para que pueda mantenerse frondoso y regalando frutos, es su principal propósito, en el caso de los frutales. Si nosotros no consumiéramos agua, moriríamos igual que el árbol. Y cuando son cuidados, dan sombra y fruto sin importar quien lo tome, en cambio nosotros los "humanos" escogemos a quien daremos nuestro amor y apoyo.

Los arboles, plantas, arbustos, crecen sin temor a nada y disfrutan de cada paisaje donde están; nosotros crecemos aprendiendo a temer a muchas cosas y eso nos priva de disfrutar cada instante que vivimos.

Yo estoy aprendiendo a ser como ese árbol, y disfruto de cada ave que llega a posarse en sus ramas, cuando llueve, muevo esas ramas para mojarme con las gotas que quedaron impregnadas en sus hojas y estoy entendiendo que ser feliz es mi propósito, siendo cada vez un mejor yo.