Sábado literario/ "El secreto de un aroma" -cuento-/ por @cruzamilcar63

in RECREATIVE STEEM3 years ago

Reciban mi saludo, amigos de Recreative Steem. Hoy sábado, dedicado a la literatura en esta hermosa comunidad, les traigo un cuento que escribí esta semana. Después de una visita a mi pueblo, Mucoelrío, durante los primeros días de este mes, inspirado en las anécdotas de ese lugar que se niega a perder sus costumbres ancestrales, me dediqué a crear este relato que espero sea de su agrado.

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Fuente

El secreto de un aroma


Hacía ya dos meses que la Catira Rosaura había regresado de Caracas luciendo una carátula de mujer citadina que revoloteaba, enfundada en una faldita de cuadros negros y unas botas altas del mismo color, por las anárquicas calles de aquel pueblo malintecionadamente honesto llamado Mucoelrío; con ese atuendo de mujer maravilla se iba todos los días para Carúpano porque le quedaba chiquito aquel lugar con veredas de tierra y lleno de monte por donde quiera. Fue en uno de esos días, cuando la Catira acababa de regresar de la ciudad, que su mamá sintió un olor extraño dentro de la casa.

-Dios mío, de dónde vendrá esa entina a remedio, a hospital, que empezó a pegar de repente; dijo extrañada ante aquella fragancia inusual y comenzó a buscar a ver si conseguía precisar de qué parte venía. Caminó con la nariz alerta por toda la casa hasta que llegó al patio donde estaba la Catira y el olor medicinal la apabulló de cerquitica.

-Muchacha, pero si eres tú la que estás hedionda a hospital.

-¿Yo? Yo no siento nada -contestó ella tranquilamente y se fue a bañar.

Desde aquel día, cada vez que salía para Carúpano, la Catira Rosaura llegaba impregnada con aquella fragancia terapéutica que se expandía por todos los recovecos del ambiente hogareño y se le metía a los demás tan adentro del cuerpo que se sentían hasta el alma empatucada con algún brebaje medicinal. Su mamá, ya desesperada por aquella vehemente pestilencia, trató de buscarle una solución y optó por mantener a Rosaura todos los días durante tres horas sumergida en aguas de albahaca, con lo cual el olor a medicina desaparecía temporalmente, pero en lo que cogía para Carúpano, regresaba otra vez con la bendita entina completica.

-Carajo, ya no aguanto más esta hediondez a hospital, no joda, gritó la madre exasperada un día.

-Por favor, mami, deja de quejarte que no es para tanto, ripostó ella mientras aspiraba complacida el aroma que salía de su cuerpo.

-Esa vaina tiene que ser un daño que te echaron; ahorita mismo te voy a llevar casa donde un curandero para que te examine.

Para colmo de males, la barriga de la Catira Rosaura comenzó a hincharse sin ninguna razón aparente, por lo tanto, la hipótesis de que había sido víctima de una brujería se encasquilló en la mente de su madre y comenzaron las dos a peregrinar por los sibilinos aposentos de cuanto brujo, santero, curioso y demás bichos agoreros que existían por aquellos lares.

Una fumadora de tabacos de Playa Grande les dijo que a ella le había entrado el espíritu de José Gregorio Hernández, pero su cuerpo no se acostumbraba a vivir con aquel huésped tan vergatario; y un curandero de San Martín les aseguró que ella estaba encetando una enfermedad desconocida y debía consultar con los espíritus más sublimes del más allá porque podía ser mortal; y así cada uno dio su opinión diferente sobre aquella singular dolencia que se manifestaba con un tufo medicinal y el crecimiento gradual de la barriga; hasta que un brujo de Guariquén, de quien se decía que era infalible porque era capaz de comunicarse telepáticamente con los más altos espíritus del cielo, las sedujo con el único diagnóstico en el que creyeron finalmente porque lo había dicho con palabras tan sabias que no valía la pena dudar de él: Aquello era “una úlcera provocada por la liberación de energía corporal cada vez que ella experimentaba el más grande de los placeres."

Lo único que la madre entendió de todo eso fue que su hija tenía una úlcera y se dedicó a suministrarle todas las pócimas y brebajes que le había recomendado el iluminado de Guariquén para que, como él mismo había asegurado, dentro de poco tiempo la insolente úlcera saliera completica, sin quedarse nada adentro.

A los nueve meses justamente se develó el misterio de la enfermedad cuando a la Catira Rosaura se le pegaron unos dolores muy fuertes porque la úlcera se le estaba saliendo; al poco rato, dio a luz una niña trigueñita y rozagante que exhalaba también su respectivo aroma medicinal; intrigado también por aquel olor tan característico, el médico que la atendió comenzó a registrarla de pies a cabeza para ver si traía alguna marca de laboratorio; pero en ese momento entró, exhibiendo en su rostro una rara emoción, el eminente Doctor Rodríguez, jefe de obstetricia, y lo sacó de dudas: “No sea pendejo, colega, esa que tiene en sus manos es hija mía y fue concebida en esta misma habitación.”




Nota: La publicación está configurada con el 15% para esta comunidad.

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@cruzamicar63
Caramba amigo, su historia me mantuvo intrigada hasta el último momento y el final inesperado una carcajada me saco. felicitaciones. saludos.

 3 years ago 

Gracias, es agradable saber que disfrutó este relato. Saludos.

 3 years ago 

Buenísima la historia @cruzamilcar63, así pasa... y en el momento menos pensado todo sale a la luz, pero lo del olor a hospital quedo realmente genial.

 3 years ago 

Gracias por tomarse unos minutos para leer mi publicación, amiga @evagavilan. Lo del olor a hospital es un recurso que se me ocurrió para que el relato no pareciera tan real... Saludos.

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