Concurso Literario: "La mujer más importante de mi vida"/ Una canción para mi madre

La mujer más importante de mi vida, en los avatares de este convulsionado presente, es mi esposa; sin embargo, antes de ella, desde el momento en que vi la luz del mundo, fue mi madre, mi santa madre, quien me inculcó todos los valores y los nobles sentimientos para que me convirtiese en el ser humano que soy ahora. Por tal razón, esta dedicatoria estará dirigida a esa señora especial de voluntad indoblegable que me engendró y me condujo, desde el primer momento de mi existencia, por el camino del bien.

Aquí se ve el frente de la vieja casa de mi madre.

De visita en mi pueblo, Mucoelrío, y durmiendo en la misma habitación en que lo hice hasta que me tocó emigrar hacia otros lares, cuando me desperté en la mañana, vinieron enseguida la avalancha de recuerdos de aquel tiempo en que mi mamá estaba en este mundo y comenzaba con sus labores desde bien temprano, sin descanso, hasta que llegaba la noche.

En ese momento, comencé a echar de menos que, en cuanto abría yo los ojos, estaban sonando en la cocina, los “corotos” que ella estaba fregando, mientras que el olor del café en la candela inundaba cada rincón de la casa. Tenía por costumbre hablar sola, o imaginar de interlocutores a los objetos que la rodeaban: “Y este bendito pocillo no quiere por nada del mundo quedarse donde yo lo puse ¿por qué te caes? ...”

Acostado todavía, la escuchaba trajinar y sabía por sus acciones en qué momento levantarme. Le seguía los pasos con mi mente; después de que amasaba y se dirigía hacia el fogón que estaba en el patio para hacer las arepas, en los instantes en que estas comenzaban a despedir su inconfundible aroma, era el momento de levantarme. Cuando yo, y todos los demás que estábamos en la casa, nos encontrábamos listos para salir, ya el desayuno estaba esperándonos, junto a sus preguntas o cualquier encargo que debía hacernos.

Después de los oficios de las primeras horas, dependiendo de la época, se dedicaba a tejer, a coser, a cuidar sus matas de flores –las calas eran sus preferidas-, a lavar la ropa, a cualquier labor productiva; hasta que llegaba la hora en que debía comenzar a cocinar el almuerzo para luego, en la tarde, continuar con tantas o más ocupaciones que las realizadas durante la mañana.

Todos esos recuerdos, y muchos otros que acudieron de repente con el propósito de emancipar mi nostalgia, me llevaron a componerle a mi madre ausente un poema que, más tarde, se transformó en canción.

A mi madre

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El aroma del café
alborota los peroles
y enciende los arreboles
de tu ausencia sin por qué,
cuando cosechabas soles
en los predios de la fe.

Mi madre se levantaba
a crear de nuevo el mundo
y en cada gesto buscaba
ese camino rotundo,
donde el mundo se encontraba
lleno de su amor profundo.

Los pregones de la arepa
entonan una canción
para que la angustia sepa
que no llora un corazón,
mientras en el alma quepa
la alegría del fogón.

Las calas buscan tus manos
para verse florecer
en los prodigios cercanos,
a las sombras de un querer,
pero tus manos de ayer
cultivan nichos lejanos.

El incienso del tabaco
purifica el corazón
y en cadencias de arrumaco
me devuelve la ilusión
dentro del murmullo opaco
que recita una oración.

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Invito a los amigos: @casv, @silher y @yeceniacarolina. A todos los que se encuentran interesados en este concurso, moderado por @yrmaleza, por aquí les dejo la información

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