Steemit Engagement Challenge S3-W4:Infancia o adultez, ¿cuál prefieres? por @cruzamilcar63

Al igual que todo en esta vida, cada etapa de nuestra existencia encierra sus ventajas y desventajas. Lo ideal es vivir cada una de ellas de la mejor manera posible, a plenitud, en el momento en que nos corresponda. No es recomendable, por supuesto, forzar las experiencias para adelantar nuestro desarrollo o para atrasarlo, de forma artificial, con la romántica y empecinada idea de que podemos luchar contra el tiempo.

_{Fondo/ Imágenes propiedad del autor}

Es normal que, cuando todavía somos niños, soñemos con transformarnos en adultos lo más pronto posible, sin embargo, esto no puede convertirse en excusa para asumir tareas que no son apropiadas para esa tierna edad. Así mismo, una vez que alcanzamos la adultez y los años parecieran correr demasiado aprisa para nuestro gusto, es una irresponsabilidad pretender seriamente continuar siendo aquellos chiquillos que no les tocaba enfrentar las obligaciones correspondientes a este período de la existencia.

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¿A quién se considera niño en su país? Incluir edad

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De acuerdo con las leyes, destinadas a la protección de los niños y adolescentes en nuestro país, Venezuela, toda persona que cuente con menos de doce años de edad se encuentra en la etapa de la niñez. Desde el momento de su concepción, según lo pautado en la normativa jurídica de la nación con respecto a esta materia, todos sus derechos están garantizados por el estado, la sociedad y la familia, hasta que culmine la adolescencia.

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¿A quién se considera adulto en tu país? Incluir edad

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Toda persona que haya cumplido los dieciocho años de edad se le considera adulto. Se trata de una etapa que comienza formalmente cuando culmina la adolescencia. A partir de los sesenta años, las leyes nacionales manejan el término de Adulto Mayor para designar a los individuos que disfrutan de prerrogativas y normas especiales asentadas en la Constitución.

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Infancia o adultez, ¿Cuál prefieres?

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Recuerdo que cuando yo era pequeño, todos los 25 de diciembre el Niño Jesús me traía un regalo que colocaba encima de la cama donde dormía. Ese día, en cuanto me despertaba, lo primero que hacía era buscar, muy emocionado, ese presente. Se trataba de una antigua tradición navideña de mi pueblo, el Mesías recién nacido, agasajaba a todos los niños, quienes amanecían jubilosos disfrutando de sus juguetes. Pero llegó el momento en que cumplí los doce años y mi madre me dijo que ya no tendría más regalos, además me dio a entender que el Niño Jesús no era quien se encargaba de colocarlos sobre mi lecho cada año.

Esas palabras de mi querida progenitora provocaron una profunda devastación en mi ánimo. Era una verdad que, en cierto modo, yo intuía, pero conocerla en ese momento, me hizo sentir una inmensa frustración porque echó por tierra toda esa hermosa parafernalia de la imaginación de un niño que se considera merecedor de un regalo que le ofrenda el mismísimo hijo de Dios. Desde ese instante, todos los eventos que me indicaban que mi condición de niño estaba quedando atrás me causaban cierta desazón.

En efecto, vinieron luego los días en que cambié la escuela por el liceo y la situación se fue tornando más complicada y ameritaba, por supuesto, mucha más responsabilidad de mi parte. Después, casi sin darme cuenta, arribé a la edad que me señalaba como un adulto y a la independencia como ser humano capaz de tomar las decisiones que marcarán su futuro: la profesión que nos acompañará para siempre, la mujer con que se compartirá el resto de la vida, cuántos hijos nacerán de esa unión, donde nos residenciaremos… y todo el compendio de compromisos que debemos asumir con los mejores criterios posibles.

Lo cierto es que, aunque siempre he afrontado mis obligaciones como adulto con la mayor sensatez y entusiasmo para proporcionarle a mi familia la felicidad que merece, no solo en el plano material, sino en el afectivo, brindándole amor e intentando ser un ejemplo de integridad; aunque disfruto con pasión esta etapa activa y decisiva en el legado que dejaremos en este mundo, si pudiese escoger, me quedaría en aquella infancia soñadora y feliz, donde la imaginación nos apartaba de cualquier contingencia y nos ayudaba a construir otros mundos que manejábamos a nuestro antojo.

_{Tres etapas bien diferenciadas/ Imágenes de la galería del autor.}

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Da al menos 3 razones por las que prefieres la niñez o la adultez

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• Las preocupaciones no representan encrucijadas existenciales que repercutirán en nuestro porvenir.
• En la niñez estamos seguros de que llegaremos a la etapa de adulto, la cual no hemos vivido. En esta última, ya hemos experimentado los encantos de la niñez, pero no podemos devolvernos.
• El mundo es un escenario en el que la imaginación domestica al tiempo para que se adapte a nuestras expectativas, sin las urgencias que nos impondrá en el futuro.

Para concluir, dejaré este poema, perteneciente al libro de mi autoría Las arrugas del silencio, cuya temática está en concordancia con lo planteado en este concurso:

Yo también fui omnipotente,
creaba mundos a mi medida
y transgredía las leyes naturales
para que funcionaran
a mi conveniencia...
Por eso Dios me condenó
a ser adulto
para toda la vida.

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_{Invito a los amigos: @crismenia, @euclidesrr y @elecris. Para ellos y todos quienes deseen participar, dejo el link del concurso.}