Concurso: Escribe una historia corta tomada de tu vida | por @alanasteemit
Hola a todos y a la comunidad de Steem Bangladesh, hablar de fracasos es muy fuerte, porque soy de las personas que piensan que nada es fracaso, podemos experimentar obstáculos pero hasta ellos nos dejan enseñanzas, aun así les contaré un episodio de mi vida que no era el esperado
De antemano les cuento que me costó asimilarlo, pero como todo en esta vida terminé superándolo.
Lo he redactado a modo de cuento para ser más creativa, espero lo disfruten:
Aprobadas todas las asignaturas de matemáticas inscribí la asignatura de Estadística, recuerdo como si fuera ayer al profesor que tenía por nombre Saturnino.
Él era un profesor que conservaba el estilo de los años 70, aun cuando estábamos en los años 90, pantalones acampanados, camisa ceñida al cuerpo y un afro que lo hacía parecer cantante de “Las Vegas”.
Su tono de voz siempre era calmado y de vez en cuando dejaba entre ver una sonrisa que no sabía si era alegre o sarcástica, como el que conoce el futuro y por tanto le daba una cuota de poder.
Las clases eran agradables, el profesor siempre buscaba que participáramos en el pizarrón. Y por supuesto yo era una de esas estudiantes, sentada en los primeros puestos para no perderme ni una coma, ni un símbolo.
Siempre salía entusiasmada de clases porque entendía las explicaciones del profesor, me sentía bien conmigo porque respondía acertadamente sus preguntas.
Los exámenes eran otra cosa, siempre me dejaban la sensación de que había sido estafada y engañada, o que algún ingeniero de la Nasa decidía probar nuevas teorías obsequiándoles exámenes del profesor Saturnino. Y así de igual de complejos era entender porque si estudiaba, respondía los ejercicios del profesor mi calificación no era coherente con esto.
Para mi sorpresa sólo pude acumular calificación para participar en el proceso de reparación de la asignatura, aun no salía de mi asombro.
El examen de reparación sería la última oportunidad para aprobar la asignatura y por ende estudié 4 veces más, estudié sola, acompañada, repetí los ejercicios una y otra vez, pedí libros prestados en la biblioteca de la universidad para resolver cuanto ejercicio aparecieran en aquellas páginas.
Presenté el examen entre nerviosa y esperanzada, pensando que el esfuerzo bien valdría la pena, hasta que un listado publicado en la cartelera me hizo aterrizar al ver que todos obtuvimos la misma calificación.En ese momento supe que la risa del profesor, esa que no sabía descifrar, contenía todo el sarcasmo del mundo porque sabía que, aunque estudiáramos y diéramos lo mejor de nosotros el igual nos iba a reprobar.