Peter era hijo de Nancy. Ella era madre soltera; y le habían dado la oportunidad de trabajar en un centro comercial, donde vendían electrodomésticos. El día que Nancy iba a firmar el contrato habló con la gerente, y le contó que no tenía con quién dejar a su hijo, ya que no era de ese pueblo, y estaba sola con él. La gerente le dijo que no la podían contratar, porque esa empresa no era un hogar de cuidados diarios. Nancy le rogó a la gerente que le diera el empleo. Pero su última palabra fue: NO.

Nancy salió de la tienda. Su hijo la esperaba afuera. Ella lo abrazó y lloró desgarradoramente. El señor Harif, que acababa de llegar al centro comercial, vio la escena, y se acercó a Nancy para ayudarla.

-¿Te pasa algo muchacha? Dime, ¿cómo puedo ayudarte?

Nancy le contó sobre su vida, y el señor Harif la invitó a pasar a su oficia; Nancy no sabía que se trataba del dueño de la tienda.

Él la escuchó con detenimiento, y llamó a la gerente para que le firmara un contrato especial a Nancy, quien quedaba autorizada para llevar a su hijo a la tienda.

Desde ese día, Peter llega con su madre al trabajo. Se acomoda detrás de las cajas, y ve todas las películas que proyectan en la gigantezca pantalla plana: