Entre la multitud estaba yo, con mi ropa nueva, zapatos nuevos, bañada y perfumada; muy nerviosa porque no acostumbro a ver a tantos primos tan seguido; en mis manos un regalo que compré para darlo en el amigo secreto a mi prima Lolita.

A ella le gustan los peluches, así que junté mis ahorros para darle un lindo Oso de peluche en el intercambio de regalos de nuevo año.
Yo, una adolescente de apenas 13 años, con una pasión intrínseca por predicar la Palabra de Dios y que otros también conozcan a Cristo y le acepten en sus corazones; miro con ansiedad que mi familia está centrada en comer y emborracharse.

Todos gastaron una fortuna en aparentar brillo y prosperidad, pero es que estamos acostumbrados a siempre ganar. Mi familia ostenta de lo bendecido que somos y eso está bien en tanto aprendan a darle la Gloria a Dios.

Comimos hallacas, pan de jamón, pernil de cerdo horneado, pavo horneado, ensaladas, pannettone, torta de piña, torta selva negra, vino tinto, champagne, cerveza, whisky, ponche crema, ron, hielo y gaseosas varias. La mesa está servida con abundantes garrapiñadas y exquisitos dulces hechos por las mejores manos de la familia.

Mi abuelo está feliz, desborda de la emoción por tener una familia tan grande y próspera; extrañamos mucho a la abuela Amelia que murió hace 6 años pero todo lo hace en honor a su amada.

Es el momento crucial para escuchar las 12 campanadas que anuncia que llega el nuevo año 2001, en donde sucederán muchas cosas interesantes; pero lo más hermoso es que este año me bautizaré en la iglesia y comenzaré mi andar con Cristo hasta mi último respiro.

Nos abrazamos todos deseándonos un feliz año; lloramos de la alegría, gritamos de la emoción, algunos salen corriendo con maletas para vaticinar muchos viajes en los años venideros, mientras que otros más inmaduros simplemente salimos a reventar fuegos artificiales para hacer ruidosa y notoria nuestra alegría.

Lo que no muchos saben, es que ésta será nuestra última reunión familiar, pues en los próximos años, mis tíos empezarán a enfermar en cadena, el cáncer abrazará a la familia y no la soltará, mi abuelo morirá de cáncer en etapa de metástasis y yo seré de las últimas personas en estar con él en sus duros momentos de agonía.

Predicarle a mi familia uno a uno, para que no se vayan a una eternidad sin Cristo, esa sería mi misión.

Muchos de esos tantos ya han muerto, muchos hoy están pasando duras pruebas de salud y lo más triste es que todos estamos esparcidos en la diáspora; así que aunque quisiéramos, jamás nos volveremos a reunir como aquel 31 de Diciembre de 2000.

Le diré a mi abuelo que él es la persona que más me inspira, que soñaré con sus hazañas, sus consejos y su legado lo tendré presente.

Hoy, toda mi familia está en diferentes ciudades de diferentes países del mundo en todos los continentes; cada uno libra sus batallas como puede; sería genial que todos abrazaran la fe Cristiana para que en la eternidad gocemos en la fiesta de las bodas del cordero, en donde ya no habrá lloro, ni lamento, ni dolor.

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