El debate (n° 39): Estamos llenos de palabras
Las palabras, como vehículos de nuestros pensamientos, deben ser honradas con las acciones para que sus propósitos no se queden vacíos
Imagen modificada en PowerPoint/ F
La pluma en este contexto se refiere, por supuesto, a que era la herramienta que se utilizaba antiguamente para escribir, por lo tanto, se trata de una alegoría del verbo, de la palabra, que se compara con la espada, un instrumento de pelea, el cual se emparenta, como es obvio, con la violencia. Aseverar, entonces, que la pluma es más poderosa que la espada es estar convencido de que el diálogo, la comunicación oral o escrita posee mayor capacidad de convicción que las acciones agresivas.
Es de hacer notar que, aunque en nuestros tiempos, por lo general, se toma el intercambio de ideas como un acto positivo que se opone a la sin razón del uso de las armas, muchos intelectuales en el pasado advirtieron que el poder de las palabras puede ser beneficioso, cuando se emplea con esa intención, pero es capaz también de generar grandes conflictos si se utiliza con el propósito de soliviantar a las personas.
Digamos que las palabras son el germen, el impulso inicial para que las acciones se lleven a cabo y, en ese sentido, se podría pensar que resultan más importantes. Ni siquiera el mismísimo Dios, de acuerdo con La Biblia, comenzó su creación sin antes contar con el verbo. Cuando se va a iniciar cualquier empresa o actividad se necesita planificar, pensar en lo que se llevará a cabo y convencer a los demás de que formen parte de esos proyectos, es decir, necesitamos previamente de las palabras para no transitar a la deriva por los senderos que se abordarán.
Las palabras conducen a la acción/ F
Sin embargo, las palabras muchas veces terminan vacías si no se acompañan con las acciones. Nada hacemos con disertar sobre las grandes virtudes humanas, por ejemplo, si vamos por la vida comportándonos de la más deleznable manera, ni con pronunciar encendidas arengas de valentía y salir huyendo cuando tenemos al adversario en frente. Las palabras le dan forma al pensamiento, expresan nuestras intenciones y tienen la capacidad de influir sobre sus destinatarios, pero las acciones complementan su sentido, materializan lo que el verbo pregona.
En todo momento la diplomacia debe prevalecer sobre la fuerza. La experiencia ha demostrado muchísimas veces que esta última opción solo genera enfrentamientos que pueden desembocar en conflictos bélicos, cuyas desastrosas consecuencias dejan en evidencia la enorme irresponsabilidad e inconciencia humana de quienes los provocaron. Si la fuerza llegara a considerarse como un método normal para dirimir las diferencias entre las naciones, la carrera armamentista, que ya en estos tiempos es escandalosamente peligrosa, se convertiría en la prioridad de muchos países, en detrimento, como es obvio, de otras áreas esenciales para su desarrollo. Para evitar estos desafueros, se han creado organismos internacionales que, con la diplomacia de sus leyes y principios, fungen como árbitros neutrales ante las partes en conflicto.
Somos más pensamientos que acciones/ F
Como señalamos anteriormente, las palabras pueden convertirse en humo o letra muerta si no se acompañan con las acciones, si no las corroboramos con el ejemplo. Sin embargo, siempre seremos menos acciones que palabras, porque estas no se encuentran únicamente en lo que hablamos o escribimos, sino que forman parte también de todo lo que pensamos. En efecto, no podemos reflexionar, ni recordar ni mucho menos imaginar otras realidades si no contamos con los términos que nos remitan a esas abstracciones. El pensamiento se ejecuta también por medio de las palabras. Un individuo que se encuentra en el completo silencio está lleno de vocablos por dentro.
Nuestro mundo interior está conformado con palabras que podemos exteriorizar a través del habla o la escritura. Nuestras acciones, por su parte, deben estar en consonancia con lo que manifestamos para ser coherentes con la realidad en que nos desenvolvemos, pero somos más palabras que acciones.
La tecnología de este tiempo, con su instantaneidad y la enorme profusión de datos que transmite, solo ha corroborado nuestra disposición para manifestar con palabras o con cualquier otro signo que sirva para comunicarnos las más mínimas acciones que pongamos en práctica. El debate, en esencia, continúa siendo el mismo, el verbo enuncia, utilizando todas las sofisticadas herramientas que tiene a su disposición, los propósitos del pensamiento, pero este solo puede materializarse por medio de la acción, de las actividades que lo atestigüen en el entorno, lo cual algunos seres humanos cumplen y otros no, como ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos.
Invito a los amigos:
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Excelente post. Comparto la idea de que palabra sin acción de nada sirve. Y que a veces los discursos pueden resultar falsos y herir hasta la muerte. Me encantó leerte. Suerte.
Gracias por su lectura y comentarios, amiga. Saludos.