Saludos a todos los steemitas del mundo. Por acá me encuentro para asumir el reto de opinar sobre si las experiencias vienen con la edad o si, en cambio, son producto de las circunstancias. Esta es mi participación.

Lucía entró a casa corriendo como si alguien la persiguiera, se quitó su mochila y la puso en el primer mueble que encontró, gritó: "Mamá, mamá, ¿dónde estás?

La madre se encontraba en la cocina, haciendo el almuerzo, y le respondió: "Estoy aquí, Lucía, ¿qué sucede?"

Lucía contestó:

-Tengo que hacer una tarea, la más interesante que me han asignado en todo el año escolar, y necesito que me ayudes.

La madre contestó:

-Pero la tarea te la asiganron a ti, no a mí. Así que eres tú quien debe realizarla; en todo caso, yo puedo revisarla después de que tú la realices.

-Pero, mamá, es que es difícil y no sé cómo responderla, -dijo Lucía.

-Bueno, no quiero escenas de malcriadez, ¿Dígame de qué trata la tarea? -preguntó la madre.

-¿Cómo se define la madurez? ¿Crees que las experiencias vienen con la edad o con las circunstancias? y ¿Crees que las personas mayores también pueden aprender tantas cosas de la juventud?

La madre escuchó con calma cada una de las preguntas que Lucía leía. Luego le dijo:

-En realidad es una tarea genuina. ¿Te parece si las contestamos las dos?

-Claro, mami, era eso lo que quería escuchar.

-Perfecto, comencemos por ti, Lucía: ¿Cómo defines la macdurez?

-Mamá, eso es trampa, la idea era que empezaras tú.

La madre rió: jajaja. Es que quiero escucharte y luego opinar.

-Bueno, madre, para mí, la madurez llega cuando uno se pone viejo, que todo le molesta, que protesta por lo más mínimo, que se queja de lo que hacen los jóvenes y vive dando consejos a los demás sobre las decisiones que deben tomar. Además,la gente madura vive para trabajar. No se regala tiempo para dormir ni disfrutar. Los días se componen de rutinas: despertarse, dar gracias a Dios, cocinar, arreglar a los hijos para que vayan al colegio, vestirse para ir a trabajar, luego llegar a casa al mediodía, preparar el almuerzo, servir la comida, fregar los platos, arreglar la cocina, volver al trabajo. Ya en la noche, vuelven a cocinar, sirven la comida, vuelven a fregar los platos, barren la casa, ayudan a los hijos a hacer las tareas, se bañan, se quejan de agotamiento y duermen.

La madre escuchaba a Lucía, con mucha atención, y a medida que la niña hablaba, movía su cabeza con gesto de aprobación. Luego le preguntó a Lucía:

-Hija, ¿te gustaría llegar a la madurez?

Enseguida esta contestó:

-Claro que no, mamá, ¿estás loca?

La madre soltó una carcajada, y luego tomó su turno de palabra:

-Lucía, la madurez no tiene que ver con la edad cronológica, sino con una madurez mental, que nos permite analizar las cosas que ocurren alrededor y, en torno a estas, tomar decisiones basadas en la experiencia, y esta es una palabra clave: Las experiencias, buenas o malas, son las que nos permiten ver el mundo de una manera particular. Y no necesariamente esta forma de ver el mundo ha de ser la correcta. Fíjate: Si un día vas por el parque y te acercas a un perro con intención de jugar con él, y el perro te muerde, ¿qué aprendes?

Lucía contestó:

-A no acercarme a un perro desconocido, porque me puede morder.

-Muy bien -dijo la madre -te das cuenta. Las experiencias nos marcan en la vida, y hace que maduremos; incluso sin querer hacerlo. La madurez, yo la definiría, como una serie de aprendizajes que nos permiten analizar las situaciones con sentido crítico, sopesando lo bueno, lo malo y hasta lo indescifrable. De manera que pueden existir ancianos inmaduros, y niños maduros, pues la madurez no está relacionada con la edad biológica; sino con una actitud favorable para vivir con tino.

-Ah -dijo Lucía - Ahora comprendo mejor las cosas, y sin querer llegamos a la segunda pregunta, esta que dice: ¿Qué crees que las experiencias vienen con la edad o las circunstancias?

-Exactamente, Lucía. Pero, ya yo he hablado mucho. Ahora te quiero escucharte a ti. Sobre todo con la tercera pregunta: ¿Crees que las personas mayores también pueden aprender tantas cosas de la juventud?

Lucía, ahora con más seguridad, dijo:

-Bueno, mamá, los adultos sí pudieran aprender de los más jóvees, pero hay un detalle que lo impide: Los jóvenes no le tenemos paciencia a los adultos, porque son lentos, y a nosotros no nos gusta comunicarnos mucho con ellos, preferimos más bien hablar con nuestros amigos, que comprenden todo más rápido. No te ofendas, mami, pero hablar con ustedes no es fácil. Ustedes buscan la manera de educarnos, a cada instante, y nosotros no queremos escuchar sermones, sino simplemente conversar para distraernos.

La mamá de nuevo movía la cabeza con gesto de aprobación. Luego dijo:

-Muy bien, hija, esa es la diferencia entre la madurez y la inmadurez. Yo, por ejemplo, quisiera que me tuvieras paciencia y que me enseñaras a manejar el teléfono celular, que me orientaras sobre las apps, que me contaras por qué te gusta el reggaetón, pero sé que te pido mucho. En cambio, yo, siempre estaré dispuesta a ayudarte en lo que necesites, te tendré toda la paciencia del mundo, trataré de evitarte las caídas, procuraré explicarte todo lo que humildemente sé, incluso, daría la vida por ti, no solo por ser madura, sino, sobre todo, porque te amo; pero ya eso lo comprenderás mejor cuando crezcas y tengas tu familia.

Así madre e hija, se abrazaron y sonrieron, porque era la primera vez que conversaban por más de media hora.

_Pixabay

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