En esta calle varias realidades aparecen de pronto. Pareciera que el tiempo se detiene por un instante en los confines de una esquina. Nadie sabe qué hora es, solo saben que hay que apresurar la compra del día, pues no hay explicación precisa para que todo suba de precio traicionando la gravedad. Cada quien vende lo mismo a lo largo y delgado de las aceras.

Por la calle Vargas, se postran vendedores ambulantes con tarantines grandes donde convergen negocios de diferentes nacionalidades mezclando rubros como cosméticos, comida, quincallería, verduras y hortalizas.

A unos cuantos metros hay un parquero de otro, o sea, una persona que le indica al tránsito que hay puesto seguro con vigilancia para que se estacionen. A todas estas cada quien es dueño de un pedazo colocando cuerdas para privilegiar a los dueños de los negocios.

Con el sol ardiendo a cuestas, todos caminan rápidamente como si quisieran ser testigos de un gran amor o de alguna primicia de última hora. El tumulto de gente puede extenderse más allá de cualquier mirada haciendo de cualquier tema una bullaranga que se escapa por algún resquicio del tapabocas con ciertas preocupaciones e incongruencias.

A veces, la calle es la acera y la acera es la calle creando un sinsentido de imprudencias dispuestas a repetirse cuantas veces sea necesario, así que mirar a donde no deberías puede salvarte oportunamente.

La realidad se confunde con la “nueva normalidad” sin nuevas respuestas, solo las viejas edificaciones que se tambalean producen rastros en la imaginación con una fachada que marca el tiempo implacable.

Calle Vargas Sur cerca de dónde vivo

Pero a pesar del trajín, vivir por estos lados es una ventaja. Puedes irte caminando a donde quieras que necesites llegar dentro del casco de la ciudad, o tomar una caminaría alterna cubierta con viejos árboles que hacen un micro universo calmo, piadoso, incapaz de conjugar un verbo rarísimo.

Últimamente el gobierno municipal ha reorganizado cuadrillas de limpieza, como la restauración de los bulevares adyacentes y una desconcentración que permanecen hasta ahora desalojados de la economía informal en esos sitios como una campaña de ciudadanía para mantener el ordenamiento geográfico, pero al fin y al cabo, la mayor corresponsabilidad es solo nuestra como agentes de trasformación para el bienestar de todos.

Cuando la tarde se aproxima veloz, unos cuantos silencios comienzan a llegar de pronto, y atrás van quedando un montón de emociones que descansan en sus hogares. Solo un perro ladra bajo un poste a la mitad de la cuadra a los fantasmas que surgen de las ráfagas del día.

La calle Vargas, se prepara para cualquier ocurrencia mañana.

Cuando cae la tarde la calle Vargas Sur, desolada.