Ellas estaban fascinadas de estar haciendo ese viaje y lo disfrutaban cada vez más y más. Es por ello que no se sintieron conformes y decidieron emprender ese largo viaje de más de 10000 kilómetros en tren, cruzando 8 uso horarios para seguir disfrutando de aquel gigante de hielo.

Ella seguí hablando muy emocionada contando todo lo que había experimentado. En sus palabras se mostraba la alegría y admiración por los lugares que había conocido.

Las dos compañeras serias la seguían viendo fijamente mientras la tercera se emocionaba cada vez mas con cada palabra que emitía la narradora. Era un monologo en donde las palabras salían a gran velocidad, pero sin atropellarse entre ellas.

Mientras más hablaba, más emocionada se sentía. Pensaba como terminara el viaje. ¿Qué maravillas conocerían ahora? ¿Qué comida probarían? ¿Podría ser más placentero y emocionante el viaje que todas realizaban?

Estas y otras interrogantes se intercalaban entre las muchas oraciones que describían lo que había experimentado. El clímax de emoción invadió por completo a quien estaba emocionada haciéndola estallar en un grito de júbilo – ¡Que gran aventura estamos viviendo! –

Esta acción hizo que las otras dos compañeras se estremecieran del susto. Luego del impacto, al unísono, ambas gritaron – ¡Cálmate, ansiedad!, por Dios –. Quien estaba en estado de frenesí se encogió de hombros y bajo la mirada al suelo, pero sin dejar de sentir regocijo.

Al recuperarse del susto recibido, ambas compañeras volvieron a su postura natural y con calma le hablaron a la narradora. – Imaginación –la nombraron calmadamente – todas estamos emocionadas – Hicieron una pausa para ver a quien había gritado – otra más que el reto – volviendo a ver a la narradora – ¿Pero no crees que deberías callarte? –

Sin emitir palabra, solo con la mirada, quien llevaba el monologo pregunto haciendo un gesto con sus manos. Las dos compañeras serias respondieron – Es que consideramos que deberías dejar dormir a nuestro portador –.