Saludos a todos los steemitas del mundo, en especial a los que hacen vida en #Colombiaoriginal. A continuación deseo compartir con ustedes un relato ficticio.

Era el funeral del abuelo Nicasio, y mi tío había llegado de Caracas con todos sus hijos. Catalino, el mayor, de unos veinte años, era moreno, alto y fuerte, tenía ojos de cielo.

Cuando lo vi quitarse la camisa, una bandada de pájaros clavaron sus garras dentro de mí. Nunca antes había sentido algo parecido. Mamá intuyó mi malestar y me mandó a la cocina a atender el café.

La gente comenzó a llegar para dar el pésame, mamá se distrajo, y yo aproveché para arreglarme y salir al patio donde estaban todos los primos. Catalino ni me miraba; yo apenas tenía trece años. Pero decidí llamar su atención llorando desconsoladamente a mi abuelo. Me había dado cuenta de que era un chico delicado. Mi plan dio resultado, Catalino se levantó de su silla, se acercó a mí, me arrulló entre sus brazos como un padre consintiendo a su hija.

Esa noche casi no pude dormir sintiendo el calor de Catalino y el roce de sus brazos fuertes. Me levanté en la madrugada, caminé hasta la barraca. El miedo me oprimía el pecho, las matas del patio se movían como monstruos acechando en la oscuridad. La decisión estaba tomada:

Me metí en la hamaca donde Catalino dormía, y los pájaros negros danzaron al ritmo de la brisa.

Mamá se despertó tempranito, fue a mi cuarto, me preguntó si me había portado bien, si había rezado por el abuelo. Yo le dije que sí. Pero ella volvía a preguntar lo mismo, una y otra vez, como si dudara de mi palabra. Mamá tenía una intuición de los mil demonios.

Ahora me estoy alistando para irme para Caracas, Catalino me mandó a buscar. De nuevo los pájaros revolotean. Espero que el viaje no sea largo para poderlos liberar.

Invito a mis amigos @marcybetancourt, @genomil y @evagavilan, aquí la información

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