Be water. Esta es mi participación en el NUEVO CONCURSO CREANDO HISTORIAS

¿Quién era yo por esos días? Juan Perico Pérez de los Palotes, o Jon, el 'Joncito" que a duras penas podía enviar una pequeña cantidad de dinero a mi familia en el campo para sobrellevar su pobreza. Ese era yo.

Un hombre joven, humilde con la intención de sacar adelante a su familia, de buen corazón, ingenuo pero en extremo ambicioso o mejor: codicioso, convencido que todo lo que quería sólo era posible alcanzarlo a través del dinero.

Por los años 80's y 90's llamábamos los "mágicos" a ciertos personajes que tenían "el" dinero en grandes cantidades y todo lo arreglaban con "billete" como por arte de magia, o de mafia, da igual.

Diego León, o Leo fue mi primer paso para cumplir mi sueño de ser un “mágico”. Leo en cierta medida era uno de ellos, siempre andaba "enmechao'" (solo vestía ropa de marca) y embambao' (lucia muchas cadenas de oro y joyas costosas) y conducía autos lujosos. Desde el primer momento lo conocí en un bar hubo una gran empatía y nos hicimos buenos amigos.

Él era "tarjetero de palomas", me explico: se dedicaba a hacer fraudes clonando tarjetas de crédito en varios países. Lo hacía trasladando los fondos de tarjetas robadas a otras tarjetas "en blanco” o "palomas", con las cuales hacía todo tipo de compras y otros fraudes.

Al mese de conocerlo ya era parte de la banda "los palomos". Mi labor era sacar provecho a mi apariencia de "niño rico" y hacer compras con las tarjetas clonadas en almacenes lujosos de la ciudad.

No tardaron en venir muchas mujeres, la vida nocturna, las armas, el alcohol, la coca, la vida loca, y otras drogas.

Rápidamente me acostumbre a andar en esos pasos, finalmente era el camino que había escogido "el envase en el cuál quería estar" para alcanzar la vida que yo quería vivir.

Pero todo cambio el día en que haciendo un robo muy grande con una “paloma” en una joyería junto con Leo, los vigilantes del centro comercial nos "encendieron" a bala y Leo me dejó abandonado y terminé en el piso casi agonizante bañado en un charco de sangre.

Mi botín, aquel día, fue un proyectil en mi columna, dos años en cárcel y un buen par de muletas que utilizo de por vida.

Hoy, sentado en una banca bajo el umbral de la puerta de la humilde vivienda de mi padre, en mi pueblo natal, viendo el mismo viejo camino que de niño me llevaba a mi escuelita, releo en la palma de mi mano mi antiguo lema: "Se agua".

Y sólo ahora comprendo lo que antes no entendí porque mi vista era ciega: que si eres agua contenida en vaso inmundo o te evapora o te pudre.