Si hay algo que una persona puede pedirte, es simplemente que la trates con dulzura, ternura y amor. Sin embargo, para dar estas cosas tienes que examinar realmente si lo tienes en tu corazón.
La familia, los amigos y las personas que te rodean siempre esperan de ti el mejor trato para ellos.

En mi juventud no podía dar lo que la gente que me rodeaba me pedía, simplemente porque había muchas heridas emocionales en mí. En vez de dar amor, daba un gesto despectivo, en vez de tratar bien a los amigos, no mostraba la sinceridad que ellos esperaban. Cuando hay limitaciones personales en el plano emocional, hay que acudir a expertos y especialistas para que te ayuden a resolver el problema personal y emocional que puedas tener.

Me dediqué a leer libros de importantes especialistas y personas muy profesionales en el tema de mi problema e incluso puse en práctica algunas técnicas y estrategias recomendadas, sin embargo, los problemas personales y emocionales pudieron ser superados cuando comencé a buscar una relación más personal e íntima con Dios, a través de su palabra. Es algo brillante y sorprendente cuando consideramos los consejos de Dios para nuestras vidas y lo extraordinario que significa poner en práctica los consejos del ser más maravilloso de toda la creación.

Debo reconocer que el amor de Dios me llevó a perdonarme, a aceptarme como soy y a pensar bien de mí mismo. Todo esto me llevó a mejorar mi imagen y autoestima.

Tener amor de Dios y amarme a mí mismo me permitió dar a los demás lo que esperaban de mí, simplemente amor.
Empecé por amar a mi familia, padres, esposa, hijos, hermanos y luego con todas las personas de mi entorno laboral y de la iglesia.

Aprendí que realmente dar una sonrisa no cuesta nada, cuando sale espontáneamente del corazón. El costo de una sonrisa lo valora el que la recibe.

Aprendí el bello consejo de Dios de una cita bíblica que dice: "Habéis recibido con gracia, dad con gracia" Mateo 10: 8.

Dios nos dio su amor, así que demos amor a los que nos rodean.