Steemit Engagement Challenge (semana 2): crea tu historia original/ "Una confesión inesperada"

La chica que atendía los clientes lo miró cuando llegó al Café y en seguida fue a buscarle la aromosa infusión tal como a él le gustaba. Se sentó, como siempre, solitario y pensativo, en la mesa acostumbrada, de espaldas a la pared para observar a plenitud todo el panorama que tenía en frente, y se sumió en los profundos pensamientos que parecían hurgar en las preocupaciones insolubles en que se sumergen las almas atormentadas e incapaces de compartir sus atribulaciones.

_{Cafe Terrace at night}

Ella colocó, con su encanto habitual, el café sobre la mesa y le preguntó, más por cortesía que esperando una respuesta verdadera, cómo estaba; él contestó con un sonido, apenas audible, algo que se semejaba a la palabra "bien," mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo, en señal de afirmación. La muchacha, empeñada esa noche en saber un poco más sobre su lacónico cliente, le dijo: Caballero, ya tengo como un mes atendiéndolo cada noche y todavía no conozco su nombre ¿me lo podría decir? Él levantó sus sorprendidos ojos, esbozó con los labios el asomo de una sonrisa y respondió: Alexandre, estoy a su orden, pero aún no ha pasado un mes, solo he venido aquí durante veintidós días. Ella, después de darle las gracias, pronunció el suyo haciendo una descuida reverencia y se marchó: Collette es el mío, si necesita algo más, me llama.

La volvió a llamar, porque la primera vez Collette no había escuchado. Su voz ya no era la misma, tenía un tono más claro, como que se le hubiesen desatado los nudos que antes la ahogaban: Tome una silla y siéntese aquí conmigo, le pidió Alexandre de repente, con una tranquilidad abismal, como si aquello fuese lo más normal del mundo. No puedo señaló ella presa de una evidente inquietud, debo atender a los clientes, además tengo prohibido intimar con ellos, perdería mi trabajo de inmediato si eso llegara a ocurrir. Él le tomó una mano con insinuante firmeza, mientras se levantaba para marcharse y la dejó estupefacta con su confesión: Yo vengo aquí porque estoy enamorado de usted.

La noche siguiente, el tormento de sus nervios tenía descontrolada a Collette. Se le habían caído dos tazas que se esparcieron hecha añicos por el piso, debido a que sus manos habían perdido la destreza que le confirió su larga experiencia como mesera. Sus ojos descontrolados solo estaban pendientes de los transeúntes que aparecían por la calle empedrada, porque temían ¿o anhelaban? ver aparecer a Alexandre en cualquier momento. Sin embargo, no se dio cuenta cuando él llegó al Café y ocupó su puesto de siempre. Allí estaba y ella no tenía más opciones que ir a atenderlo.

¿Hoy sí se va a sentar? preguntó él y Collette, sin darse cuenta ocupó la silla que ya estaba allí como esperándola. Desde ese momento se olvidó de todo cuanto sucedía a su alrededor porque la cambiadísima voz de Alexandre la transportó hacia los insondables sueños que su alma femenina había forjado desde que se sintió mujer. Le contó cómo se había quedado prendado de su belleza desde la primera vez que la vio; le prometió un amor tan ideal que no parecía de este mundo y aseguró que se la llevaría con él hacia una casa de ensueño donde nunca le faltaría nada y, en lugar de servirles café a los demás, ella tendría una corte de damas que la atenderían todo el tiempo…

De repente Collette volvió en sí y se topó con la cruda realidad para recriminarse con desesperación que se había vuelto loca. ¿Qué hacía ella allí sentada en lugar de estar trabajando? ¿Cómo se le ocurría dejarse embaucar por los cantos de sirena de un completo desconocido? ¿Cuánto tiempo había pasado en esa silla oyendo esos encantamientos irreales? ¿Por qué puso en peligro, así sin ninguna razón, aquel empleo que tanto necesitaba? Cuando levantó la vista se dio cuenta de que el Regente del Café venía hacia donde ellos estaban. Quiso levantarse inmediatamente e ir a ocupar su puesto de dependienta, pero las piernas no le obedecieron. Una rabia inmensa la apabulló por dentro, porque estaba a punto de ser despedida por culpa de su inocente estupidez.

Señor Alexandre, discúlpeme esta intromisión, señor Alexandre -escuchó, extrañada y como en sueños, la voz del Regente dirigiéndose a su acompañante- sé que usted me prohibió tratarlo en público como mi Jefe, como al dueño que es de este Café, pero ahora no me quedó más remedio que hacerlo porque los clientes necesitan ser atendidos y usted me privó de la única mesera con que cuento ¿contrato otra o Collette continuará trabajando…?

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Invito a los amigos: @felixgarciap y @aplausos

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