Nuevo concurso: Recuerdos del colegio/ por @cruzamilcar63

in Colombia-Original2 years ago

En Mucoelrío, el pueblo donde nací y transcurrió una buena parte de mi vida, no había escuela. En aquel entonces, los niños para estudiar debían irse caminando hasta otro caserío, no muy cercano, por cierto, de nombre Cariaquito. Se ingresaba directo al primer grado, es decir, no pasábamos por maternal, kínder ni nada parecido. A mi madre antes de inscribirnos en el colegio, le daba tiempo, entonces, de enseñarnos a leer en casa. De manera que cuando yo pisé por vez primera un salón de clase ya esos conocimientos básicos, lectura y escritura, los dominaba por completo.

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Fuente Modificada en PowerPoint, con Bitmoji y una imagen propiedad del autor, en la que este se encuentra al frente de la escuela donde están situados los sucesos referidos en este post.

La maestra Zoraida era una mujer con una belleza que parecía de mentira, de piel blanca, ojos azules y un pelo largo de color castaño claro que le caía casi a la cintura, el cual solía recogerse con una cinta verde a la altura del cuello, ya cuando se acercaba el caluroso bochorno del mediodía; poseía además el encanto de una voz que contenía en su acento las repuestas a todas las preguntas del mundo. No había pasado mucho tiempo de mi primer día en clase, cuando ella, como la excelente educadora que era, se percató de que yo conocía de antemano lo que debía enseñarme. Debió ser por esta razón que cuando escribió en el pizarrón un pequeño texto de bienvenida, me escogió para que yo lo leyera en alta voz y subrayara las palabras que ella me indicaría.

Para realizar la lectura no hubo ningún problema, vencí con la seguridad del conocimiento a mi congénita timidez; sin embargo, los exabruptos de mi vergüenza comenzaron a crepitar en el momento en que debía subrayar las palabras porque, debido a mi pequeñísima estatura, no alcanzaba ni siquiera las últimas líneas, a las de la parte inferior de la pizarra. Fue entonces cuando la maestra Zoraida, haciendo gala de una ternura que sobrepasó mi entendimiento, me cargó en sus brazos para que yo señalara, tiza en mano y atrapado entre el calor de su piel y su aliento, las palabras que ella remarcaba con su voz. Fue una sensación de grandeza, de plenitud, de amor por el saber, de gratitud, de todas las cosas maravillosas del mundo que puede sentir un niño de seis años que despegó sus pies del piso y flotó, dichoso, entre las letras que tenía en frente para que jamás se olvidase de ese primer día de escuela.

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De visita en la Escuela Rural Nro 251, de Cariaquito, muchos años después de los acontecimientos narrados en esta publicación.

Unos años después, cursando el cuarto grado en ese mismo Grupo Escolar Rural Número 251, de Cariaquito, debía presentar una evaluación que la maestra Australia había asignado con una semana de antelación. Cada estudiante tenía que llegar al aula con su hoja de examen ya lista para la prueba escrita. Pero, debido a que la pobreza es una tirana despiadada y sin ninguna consideración con nadie, yo no tuve ese día dinero para comprar la bendita hoja y decidí, al igual que lo hacían unos cuantos alumnos, utilizar dos páginas extraídas de la parte central de un cuaderno. Las hojas de este eran, por supuesto, mucho más pequeñas que las de exámenes, sin embargo, siempre habían cumplido con su función.

Pero cuando la maestra Australia pasó revisando por cada uno de los pupitres y se dio cuenta de que yo no tenía la hoja de examen correspondiente, me lanzó un insulto soez y desalmado que culminó con el primer y único cocotazo que me ha propinado un docente en esta vida. Fue tan injusto ese acto que ningún compañero de salón se atrevió a reírse ni a decir nada. Cuarenta años después, ese golpe me sigue doliendo como que lo acabaran de dar, me pica la cabeza en ese sitio cada vez que lo recuerdo.

Al año siguiente me cambiaron de colegio, al “J. J. Martínez Mata,” en Carúpano. Cuando llegué el primer día a esa escuela, quien estaba recibiendo a los estudiantes en la entrada para darles la bienvenida, era la maestra Australia. Gracias a Dios que no les daba clases al quinto ni al sexto grado, los que me faltaban para terminar la primaria.




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Invito a los amigos: @aplausos y @silher. Para ellos y todos quienes deseen concursar, dejaré por aquí el link del concurso.



La publicación está configurada con el 15% para esta comunidad.

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 2 years ago 

Hola @cruzamilcar63
Por la forma en la que describes a tu maestra es difícil pensar que pudieras olvidarla y sin dudas te marcó.
Muchas cosa saque destacar, el hecho de que no había kinder y los padres tenían esa responsabilidad de enseñar los pasos previos, lo distante que quedaba tu primer centro de estudios, que.calamidsd lo de esa.maestra que te golpeó, antes era eso algo relativamente común, incluso en mi niñez, eso marcaba también.
Por suerte las cosas han cambiado.
Muchas gracias por participar. Saludos.

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Gracias, hermano. Excelente resumen de la publicación. Las cosas comenzaron a cambiar precisamente desde que yo era ya un niño de diez años, más o menos. Lo mejor es que no guardo ningún rencor por ese golpe. Lo que sucedió , ya pasó y todo es parte de la vida. Saludos.

Hola Parcer@
Tu post ha sido votado por @colombiaoriginal.
Sigue con el buen trabajo.
Te invitamos a votar por @cotina como Witness, si no sabes como hacerlo, aquí una guía fácil: Vota por @cotina Witness


We stopped by to tell you that we have come to vote for your publication.🙂

Gracias por el apoyo constante a todos los parceros. Saludos.

Congratulations! This post has been upvoted through steemcurator04.

Curated By - @msharif
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Siempre agradecido por su apoyo. Saludos...

 2 years ago 

Yo creo que todos tenemos alguna historia con alguna maestra o maestro en los años de colegio, menos mal luego del cambio de colegio no le volvió a tocar esa maestra, me gusto leer mucho sus recuerdos de esos días
Saludos y bendiciones

Gracias, amiga, por sus comentarios. Sí, es inevitable recordar anécdotas de todo tipo de aquellos años escolares. Lo importante es que ya son parte de nuestra vida y se evocan con nostalgia, sin importar si son malas o buenas. Saludos.

 2 years ago 

Y lo mejor es que recordar es vivir y al contar Volvió a esos días y los revivió estar en su colegio le debe haber traído muchos recuerdos

Así es, amiga, los recuerdos son vivencias que alimentan nuestro presente. Gracias por su comentario. Saludos.

Que belleza de momento el que describes, hay maestras hermosas, dulces y que inspiran a aprender... como me encantaría que mas de estos hermosos ejemplares acogieran a los niños de hoy en día.

Mi madre me contaba historias fuertes de maltrato escolar, una vez le tocó arrodillarse en una tela con granos de maíz, estas cosas son marcas para toda la vida.

Leerte es siempre un gusto para mi, gracias por compartir estas experiencias con nosotros amigo.

Gracias a ti, amiga, por propiciar estas oportunidades de escritura y evocaciones... Saludos.

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