Nuevo Concurso en Blanco y Negro/ Los sueños del abuelo

Miré la fotografía y recordé que mi mamá, una mujer que siempre fue muy sabia y ocurrente, hablándome un día sobre su abuelo me confesó con toda la naturalidad del mundo que había sido este un hombre tan serio y tan triste que jamás en su vida pudo tener un sueño en colores, todas las imágenes, todas las vivencias que acudían a su imaginación mientras estaba dormido fueron siempre en blanco y negro. Sufrió mucho por eso, me contó ella varias veces cuando la acompañaba en sus labores de costurera, sentado junto a la eterna máquina de coser.

_{Fondo/ Imagen perteneciente a la galería del autor, la única que conservo junto a mi madre, siendo un niño/ Editado en PowerPoint.}

A su abuelo, decía mi madre, el agobio y las preocupaciones no lo dejaban ni siquiera sonreír. Su vida estaba limitada a sus labores de labriego y al sinfín de actividades que lo esperaban en la casa una vez que regresaba de su sembradío. Siempre se acostaba, por supuesto, cansado y bien temprano porque debía levantarse mucho antes de que despuntara el sol; era además una estrategia para pasar el menor tiempo posible dormido, ya que había renunciado a soñar.

No hay nada más triste, le confesaba el abuelo cuando se detenía un instante para hablar con ella, que mirar a las mariposas volando por sobre esas matas sin que brille ningún color alegre, sin que el sol ilumine las flores para apreciarlas, sin que nada se vea tal como es en la realidad, sin embargo, lo más deprimente es observar un arcoíris en el cielo sin sus maravillosos colores, todo en blanco y negro; desde la primera vez que vi eso, decidí que no quería soñar más nunca… Murió joven el abuelo, decía mi madre, sin tener ninguna enfermedad, lo mató la pesadumbre de no poder colorear sus sueños.

Miré de nuevo la única fotografía que conservo junto a mi madre cuando era apenas un niño de nueve o diez años y se trata de una imagen en blanco y negro. Esto parece un sueño del abuelo, pensé, el mar carece de colores, las montañas del fondo son solo una mancha opaca y nuestra ropa es una insulsa indefinición de claroscuros sin ninguna gracia. Decidí llevársela a un pintor profesional para que la ampliara y le agregara los efusivos colores que le faltaban para llenarla de vida.

Cuando la estaba despegando del álbum, la mirada penetrante de mi adorada madre y su dulce voz en la conciencia me lo dijo todo: No puedes encargarle a otro que coloree tus recuerdos, porque después lo vas a necesitar para tus sueños y no va a estar allí.

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