Cuéntame una historia original al séver

La gente de Mucoelrío, ese pueblo tan malintencionadamente honesto, se encontraba alborozada por la presencia de tantas personas extrañas en el lugar. Desde la noche anterior empezaron a llegar procedentes de la capital y otros puntos del país, antropólogos, geólogos, historiadores y geógrafos, junto con una catajarria de periodistas que quería documentar el acontecimiento y darlo a conocer al mundo entero. Muchas de las casas de aquel humilde vecindario acogieron a algunos visitantes que no encontraban sitio donde dormir porque llegaron sin saber que por esos lares jamás había existido un hotel ni nada parecido.

En el único bar del pueblo se aglomeraron los forasteros que se maravillaban del exquisito sabor del aguardiente local y discutían sobre las condiciones del terreno donde debían realizar su trabajo desde la mañana siguiente, especulaban sobre la edad geológica de las montañas que rodeaban el caserío y aseguraban que, de comprobarse lo que ellos sospechaban, el nombre de Mucoelrío pasaría a formar parte de esa historia apasionante de la humanidad que hasta la fecha no ha sido dilucidada a cabalidad por los investigadores.

Cuando creyeron que ya en el pueblo no cabía un alma más, sintieron entonces el aguajero ronquido de un enorme camión que llenaba casi por completo la calle principal. Se trataba de un canal de televisión internacional que, según algunos visitantes, se enteró nadie sabe cómo del asunto y en seguida hizo los trámites para estar presente, además compró todos los derechos para la primicia de un documental. La H inmensa que resplandecía a ambos lados de la lona que cubría los equipos se alejó en seguida hacia la explanada donde se jugaba béisbol; allí plantaron una carpa que parecía una mansión y comenzaron también a prepararse para el siguiente día.

Todavía no había aclarado la mañana cuando empezaron a subir hacia La Cerbatana, el cerro en el que tres semanas antes dos agricultores habían notado algo inusual sobre la superficie rocosa, automóviles cargados de extraños instrumentos, junto a periodistas y científicos que prefirieron caminar para disfrutar del ambiente. Ya José Mercedes y Remigio, los dos experimentados baquianos que escogieron los visitantes para que los guiaran, iban adelante, cada uno con un machete en la mano y una sonrisa repunante que los demás lugareños les criticaron en seguida.

Después de dos horas y media de camino, los primeros que llegaron al sitio se quedaron consternados; la inmensa superficie de piedra se encontraba completamente limpia y no había nada de lo que habían documentado las imágenes captadas hacía tres semanas. Parecía que alguien se había dedicado a borrar lo que allí había con sumo cuidado.

José Mercedes, mudo y desconcertado, comenzó a buscar una explicación para aquello y entonces miró a lo lejos a su primo Gumersindo, quien parado en la puerta del único rancho existente por aquellos montes escudriñaba con atención lo que ocurría; por su actitud y su mirada, él sabía lo que había pasado.

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_{Invito a los amigos: @dulcem05 y @inesk para que se sumen a este concurso.}

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_{Nota: Las imágenes de mi propiedad fueron tomadas con la cámara de mi teléfono móvil, modelo: LG-X240.}