Creando una historia original | La viajera astuta

Érase una vez, una hermosa joven que nunca jamás tuvo la oportunidad de salir a conocer otros lugares lejanos, mucho menos el encantador ambiente francés que suele estar repleto de magníficas obras arquitectónicas, entre ellas la imponente torre Eiffel que invita a tener una amplia vista de la gran ciudad cosmopolita. Soñó en cierta mañana que estaba ya de pie frente a la ventana de su habitación que da hacia los hermosos prados de villa, que estaba en el muelle del puerto despidiéndose de sus más allegados bajo una noche estrellada, lista para tomar una embarcación y emprender el gran rumbo de aventura que está a punto de tomar hacia el continente viejo que se encuentra ubicado al otro lado del gran océano Atlántico, esperándole por venideras experiencias que le llenarán de vida una vez que interactúe con la cultura y gente de aquellos países extranjeros de tan singulares lenguajes.

Al arribar aquellas tierras europeas, mayor sorpresa se ha llevado al comprobar que su equipaje se había extraviado durante el trayecto. La verdad es que no ha perdido mucho más que unos cuantos vestidos y pequeños libros que siempre lleva consigo para pasar el rato ante las largas horas de viaje que implica cruzar en altamar, además de lo que traía consigo para sus gastos previstos. Pero armándose de una grandiosa fé y sintiéndose segura de poder salir adelante de este apuro con su perspicacia e inteligencia, no pasó mucho tiempo antes de poder encontrarse con una singular cafetería encantadora que la sacaría de apuros, pues vino dispuesta a trabajar en cualquier oficio con tal de recuperar brevemente lo que había perdido a través de su arduo trabajo. El dueño era un humilde anciano que recordó haber estado alguna vez en la situación de la muchacha, con lo que accedió a conseguirle un pequeño empleo como mesera y ella muy agradecida comenzó a atender a los primeros clientes que se avecinaban al concurrido local debido a su estratégica ubicación turística.

Uno de ellos era un comensal habitual que se fijó en la contextura y facciones exóticas de la mujer que solamente pudo reconocer que no son frecuentes en estos lares. Con el debido permiso del dueño del sitio para que tuviera su jornada libre, la invitó a pasear por el bosque junto a él en la tranquilidad de la lejanía entre aromas sutiles de bonitas flores parisinas de lavanda. Y mirando profunda y largamente a los oscuros ojos de la chica que bien pudo sentirse halagada por tan esmerada atención, le preguntó si podría aceptar dicha invitación, a quedarse con él para siempre y así juntos poder conocer el mundo entero... A lo que ella tajantemente le respondió que no podía corresponderle pues quería hacer las cosas a su manera de forma independiente porque es muy diferente a cualquier visión que pudiera tener otra persona y esa es la cruda realidad. Limitada estaría de algún modo ya que probablemente no regresaría nunca jamás a América y tendría que estar a merced de quien le haya prometido pajaritos preñados, ya sea emocional o monetariamente hablando. Quizá hasta más.

P. D.: Volviendo a la realidad de ese sueño, es lo que yo haría cuando se me ocurra inventar salir por ahí a "confiar" en el primer desconocido que se me atraviese en el camino. No aceptarle ni el agua del florero debido a que muchos son capaces de buscar vulnerarte por el sólo hecho de ser mujer. Lo digo porque me pareció lamentable el reciente fallecimiento de una paisana del Tigre que resultó estar drogada junto con unas amigas y tan sólo bebieron vino en una pizzería de EEUU (increíble pero cierto). Esa sería la moraleja principal de la historia a modo de reflexión, no confiemos así de fácil en nadie que no conozcamos extremadamente bien. Gracias por leer. Invitando estoy a @vivigibelis, @venturabogarin y @mile16.