Concurso semanal: ¿De quién se enamoró Paula?

Paula suspiró y suspiró, con una mirada risueña y con la mente en otro lado. Sus compañeros de trabajo estaban espantados, en especial los varones.

Las señales eran inequívocas: Paula estaba enamorada. Por enésima vez, cabe aclarar, porque no era la primera vez que la veían muy risueña ni con muchos suspiros; el individuo en el que concentraba todos sus sentimientos por lo general le rompía el corazón a la semana o, cuando mucho, al mes de estar saliendo. Las excusas eran las mismas: era demasiado sentimental.

No debería extrañar, pues, ese tipo de escenas. Ni siquiera debería asustar; era algo natural, podría decirse. Y si era así, entonces ¿cuál era el motivo del espanto?, ¿por qué las miradas de preocupación en el rostro de todos? La respuesta era la intensidad de sus suspiros y gestos, como si realmente el amor le golpeara fuerte.

Candidatos no faltaron. El que encabezaba la lista era Jacob, el jefe del Departamento de Ventas; un tipo carismático, atractivo y encantador, quien traía locas a todas las mujeres de la compañía. A éste le seguía un tal Arnulfo, secretario del presidente de la empresa; tipo tímido pero un auténtico encanto.

Paula se limitaba a reír ante las ocurrencias de sus compañeros mientras éstos trataban de conjeturar quién era el hombre que se había insertado en el alma de su compañera. Y los dejaría así por el resto del día, porque ella no estaba enamorada de nadie. Solo pensaba en su próximo viaje a las bellas playas de Australia.