Mi entrada al concurso "Historias con Canciones" 🎶|| Conquistando El Paraíso

¿Quién era la mujer que se reflejaba en el espejo? Ya no se reconocía; había dejado de ser la chica soñadora que anhelaba escalar los Alpes. Los moretones que abultaban sus mejillas como moras sangrientas le dieron un zarpazo de su realidad. Aun sentía los golpes desfigurando sus labios, aun escuchaba los gritos que la denigraban como basura, aun lo recordaba a él en los rastros de los puños que se marcaban contra sus brazos, su nariz, su abdomen… ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué había permitido que él le hiciera tanto daño? El agua del grifo lavó sus heridas y sus lágrimas, y un destello de fuerza galopó en su pensamiento.

"Ya no más." Pensó, señalando su retrato en el espejo. "No más prisión, no más sufrimiento."

Recordó su infancia, cuando su cabello rojizo se batía contra el viento mientras corría por la sabana, soñando con su paraíso. Ella anhelaba escalar grandes montañas nevadas, y navegar por infinitos mares. Siempre fue libre, tan libre como las mariposas silvestres. Por las noches de luna brillante cantaba sus ilusiones, mientras su madre cepillaba su cabellera larga y suave como la seda. Su padre la enseñó a ser indomable, a galopar por las tierras verdes de la libertad. Luego llegó él, con sus promesas vacías y su amor falso, y ella cayó en la trampa del sufrimiento. Se alejó de todo lo que amaba para entregarle su amor, y a cambio él solo le ofreció una pocilga de cuatro paredes de la que no se le permitía salir.

Resistió durante largos años, con la escasa esperanza de que él cambiara. Entre tanto la cabellera rojiza se volvió gris, el rostro dorado sucumbió al morado y su energía de vida tembló como el fuego de una fogata dentro de un tornado. Ya no le bastaba esperar más. Él nunca la amó, solo la quería para hacerse fuerte, para ocultar su cobardía y no sentirse solo en el infierno. Pero ya no más, porque las abolladuras en su demacrado rostro le hicieron entender que el ser que había jurado amarla siempre fue un monstruo, una bestia que merecía la soledad. Salió del baño y hurgó entre sus cosas, y encontró el maquillaje que él le prohibía usar. Aprovechó y también tomó un cigarrillo; ella no fumaba, pero por primera vez quería desafiarse a sí misma… desafiarlo a él.

Seguramente él estaba en su trabajo, o en un bar de mala muerte. Llegaría tarde a casa, como siempre, solo para golpearla y denigrarla como todas las noches de madrugada. Pero esta vez no la conseguiría a ella, ni tampoco todo lo que alguna vez los unió. Se puso un hermoso vestido, uno igual de rojo que las rosas con espinas. Peinó su larga cabellera, y ésta brilló en rojo después de muchos años. Usó el labial para darle color a sus labios, y el rubor le devolvió su juventud. Volvió al espejo, y sonrió cuando reconoció a la mujer frente a él. ¡Esa si era ella! La sonrisa borró su dolor, y un destelló reavivó sus sueños y sus esperanzas.

"Eres libre… siempre fuiste libre" Se dijo, llevando el cigarrillo sin encender a sus labios.

Recorrió la casa con hermosas zapatillas, y aprovechó para aventarlo todo al piso. Los finos cuadros artísticos se quebraron contra las baldosas, las mesas volteadas y los platos rotos adornaron las estrechas salas, y la ropa de la bestia aseó como basura los lugares menos imaginados. Gritó de libertad, sintiéndose como la niña que correteaba al viento para recolectar girasoles. Era hora de irse, sus pies ansiaban escapar de aquel infierno que le había sesgado la vida. Pero antes de abandonar la miseria a la que él tanto llamaba paraíso, ella decidió borrar el último rastro que los ataba. Roseó gasolina por cada esquina y cada rincón de la casa, y luego, en la seguridad del exterior, decidió encender el cigarrillo.

El humo hizo cosquillas en su garganta, y aunque la tos asfixiaba su respiración, pudo sentirse libre, enérgica pero sobre todo viva. Lo recordó a él por una última vez, e imaginó su cara desgraciada. Suspiró, sonriente como el sol brillante que le regalaba su aura desde el despejado cielo.

"Se siente bien" Susurró para sus adentros, y luego arrojó el cigarrillo a la casa.

Las llamas se encargaron del resto. El fuego escaló por las paredes y las devoró, liberándola de todo lo que la hizo sufrir durante tres largos años. Lo que alguna vez fue su prisión ahora se desvanecía frente a las chispas y las explosiones. Sonrió otra vez, y la brisa batió su cabello como alguna vez lo hizo en su infancia. Ya no necesitaba quedarse ahí, porque ahora todo su amargo pasado se había convertido en un montón de escombros carbonizados. Dio media vuelta, y caminó hacia al horizonte libre de miedos, libre de impedimentos y zozobras.

Frente a ella el mundo lejano la esperaba con el lugar de sus sueños. Y fue allá, donde las nubes esbozaban grandes oportunidades y los males habían sido enterrados en el olvido. Fue a ser una mujer nueva, una mujer indetenible, una mujer indomable… pero sobretodo, fue a conquistar el verdadero paraíso de la libertad.

---

---

Para la creación de este relato, me inspiré en la canción Paradise de Coldplay. Adjunto el vídeo musical para que puedan disfrutar de su letra maravillosa y su espléndido mensaje.