—¿No sé porque me pusieron ese nombre, Porritas o Porras, es lo mismo, yo soy pequeño, pero no para tanto, si, toda mi familia era chiquita, casi pigmeos, pero éramos malos, no nos importaba el prójimo, éramos una familia de esas que nadie visita, no recuerdo a ninguno que fuera así tantito de bueno, mis hermanos eran tan malos se metían con todo el mundo y más cuando andaban vuelto un asco por lo borrachos, se hartaban de chimó como unos hijos de la gran… ¿usted me entiende verdad?

—Vaya familia le tocó, bueno, a uno lo echan al mundo y no le preguntan si quieres ir por aquí o por allá, nace, ya sea en manos de un doctor o simplemente en manos de una comadrona, volviendo a lo mismo, cuénteme sobre todo de esos dos remalucos de sus hermanos, por que cayeron en la chirola.

—Esos dos no sabían lo que era andar sobrios, cuando andaban borrachos, que era casi todo el tiempo, le agarraban la cola a las viejas y encima le decían cuánta barbaridad se les ocurría, llegaban al bar del pueblo y armaban una buena tangana, con tal de beber gratis, por eso los corrían de todos lados a menos que pagarán por adelantado.

—¿Y qué fue lo que les pasó?

—Ya le dije, somos pequeños y en todos lados nos agarran de bochinche, pero a ellos les daban con todo, los recibían a golpes, solo para divertirse, hasta que un día se enfurecieron y se tripearon a dos, usted me entiende, un día que me encontré con ellos, me lo contaron, pasamos la tarde tomando miche en el patio de la casa, los tenían hastiados, no los podían ver porque los agarraban a patadas, como éramos pequeños, pues se lucían.

—¿Y sus hermanos?…

—Marquitos, así se llamaba uno, el otro era Pablito, pues resulta que se pusieron de acuerdo para para poder esperar a esos tipos, Marquitos le dijo a Pablito, ya no me van a joder más esos dos y se acomodó los puñales en la cintura, luego de pasar toda una tarde sacándole filo.

—¿Y la familia no dijo nada? ¿Usted tampoco?

— Ya le dije que nadie nos quiere, a nadie le importaba nuestra suerte, el Marquito estaba hastiado y querían demostrar que también eran hombres, lo que pasa es que siempre los agarran borrachos y ya le llevan ventaja, pero ellos no eran tan tontos y sabían por dónde regresaban después de las parrandas, así que esperaron agazapados, nadie los vio por el bar aquel día y cuando esos dos regresaban muy alegres, Pablito les salió por un lado, simulando una borrachera, cayéndose de lado y lado, cómo se reían los condenados, Pablito rueda del primer manotazo que le dan, ellos se reían y Marquitos tratando de sorprender, se le va encima al primero, que se dobla con el primer puyazo, ahí se le acabó la risa, cuando el otro ve lo que tiene en la mano, las manchas de sangre, saca una peinilla y se le va encima, pero Pablito atontado por los coñazos no reaccionó a tiempo y ahí privó el tamaño, tuvieron que correr, pero Marquitos se va de bruces, la cara se le estrella contra las piedras y marquitos trata de picar como buen gallo, pero se le apagan las luces, en el pueblo están contentos porque no se sabe qué pasó con ellos, por eso andamos más pequeños, casi desaparecidos, hay quien dice que están enchirolados y otros que andan por los caminos revolcados como siempre.

—Voy a ver qué hago con esta historia sr Porritas, este pueblo los recordará.

—Para qué nos van a recordar, lo mejor es que nos olviden.