El día de mi nacimiento fue un día de tormenta, mi madre estaba muy nerviosa y eso le produjo que el parto se adelantara, mi padre salió a buscar a mi abuela, vieja partera, yerbatera y facultada para tratar varias clases de entuertos.

Cuando llegaron mi madre gritaba mucho por el dolor, mi abuela no tuvo tiempo de preparar nada y fue directamente al grano, papá saltó cuando escucho el llanto del niño, así que en voz alta gritó:

—¡Hoy 22 de mayo de 1900 nació mi hijo el primero de este matrimonio a las 11:30 de la noche del día martes con una noche de mucha lluvia y le pondremos como nombre Silher Joseph!

Mi abuela me levanto, invocó a los espíritus de la magia para mi protección. Mi abuelo fue el encargado de revelarme aquellas historias, después me fue contando los orígenes de mi madre, ella era princesa de una tribu Celta, que veneraba a los dioses de la magia y la hechicería; mi padre era un guerrero descendiente de druidas.

Mis abuelos, eran magos hechiceros y habían sido expulsados por mal uso de sus poderes y no podían usar la magia ni la hechicería, porque eso les causaría la muerte definitiva, por eso mi abuela se dio a conocer como curandera y auxiliar de parturientas y eso la mantenía invisible a los ojos de los guardianes de la magia, así que yo llevaba los genes de la magia conmigo.

A mi abuelo eso no le preocupaba, porque él se dedicó a sembrar y comerciar especias, hierbas medicinales y aceites alcanforados.

Fui a la escuela como cualquier niño y adolescente entré a una escuela técnica de oficios agrícolas, por sugerencia de mi abuelo, cosa que mi madre y mi abuela lo celebraron de buena gana, pero no así, mi padre, él quería que me graduara de médico y pudiera hacer una vida normal.

Mi padre trabajaba con el servicio policial, asignado a la sección de investigaciones, donde era sumamente respetado.
En mis practicas descubrí que podía hablar con los pájaros, cuando mi abuela lo supo me preguntaba, si no había hablado con las lechuzas, le dije que no, me explicó que los torditos eran mensajeros de las brujas y los búhos eran ojos, ellos ven desde el corazón de la magia, le prometí no volver a usar ese don.

Cuando cumplí los 18 años, en mi día de diplomado, mi padre fue herido de gravedad, mi abuela se reunió con mi mamá y le pregunto si sabía algo, ella estaba muy nerviosa y le dijo que mi padre tuvo que usar la magia y cuando intentó bloquear la acción, fue herido. —Es el comienzo del fin, —dijo, mi padre murió aquel día.

Mi abuela me dijo que la única manera de escondernos era siempre estar al lado del bien y poder ayudar a otras personas que lo necesitaran, luego nos fuimos a otra ciudad y ahora trabajo como médico naturista. Después, muchas cosas pasaron.