La historia de Krasi ManCaster

in Writing & Reviews3 years ago (edited)

La historia de Krasi ManCaster

Autor: @nachomolina2
Original Poetry

***

Mundi, Morteo. Dos socios. Escogidos por mí al detalle. Valga, sus habilidades experimentales y conocimientos sobre el geoide, sus recovecos y su naturaleza granular.

Pericias, de cuajo perfecto, para algún tipo de proyecto. Según, mi parecer, cualidades propias para poner al corriente, mi maquiavelo plan...

Nos conocíamos desde muy pequeños. Hace mucho, estando nosotros reunidos en arenga del lenguaje adolescente, acordamos formar una empresa mancomunada a tres firmas.

Sin importar, cuál fuera su concepto real, su visión, ni su propósito. Solo éramos tres mozos soñadores, pensando en un futuro promisorio, exentos, a los vuelcos de la vida.

***

Obviaré, de contar mi historia, tal cual y como es. Dado los múltiples intentos fallidos por acabar con el sistema de cosas que me oprimen. Solo queda decir. Estuve confinado durante veinte, de mis cincuenta y seis años, en un reclusorio. Y dado por muerto, hoy día, en mi peor convalecencia. Soy un prófugo concienciado por el cual nadie se pregunta.

Embadurnado en aceite de pescado hasta detrás de las orejas, me hube escapado del sanatorio, pasando por los estrechos barrotes de una ventana...


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Krasi ManCaster. Un hombre con nervios de acero, al que nada puede infligir temor, ni siquiera, la mismísima reencarnación de un obrero comunista quien haya jurado su regreso.

Krasi man, alguien sin credo, arriesgado, bizarro. Encerrado injustamente por cautela de sus propios actos. Capaz de ahogar silenciosamente a una fiera con sus manos, faltando, solo un desequilibrado cometido, por engrosar su haber.

Ese soy yo, Krasi.

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La tez de Mundi palideció. Tan blanco como la savia. Parecía haberse tragado su propia lengua, sin ningún remedio.

A pesar de los años, la cara de Mundi seguía siendo igual de redonda como una cebolla. Ahora, temblorosa y desconchada, se volvió irremediablemente lacrimosa al ver mi rostro... Y mi huesuda mano en su hombro, y mi aspecto de hemofílico escapado de algún cuarto de hospital... y el resquicio de mis ojos traspasándole...

Prescindiendo del saludo, dije: _ ¡He venido por ti!_. Momento exacto, en que Mundi cayó de rodillas en pleno pasillo gubernamental, derrumbado, se hizo de aguas los pantalones. Rezó la oración de los arrepentidos, cual si fuera la estancia, en su lecho de muerte.

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Habló Mundi:

_ ¿Acaso eres tú, el mismísimo demonio, que viene a por mí, para arrojarme al infierno?_

Respondí:

_ ¡No, Mundi!, amigo, soy Krasi, tan vivo, como siempre lo estuve_

_ ¡Pensé-que-estabas-muer-to!, me habló en muletillas.

A menos, seas tú, un ánima en pena que divaga por este pasillo, no-puedo-creer, es-tés-aquí. Insistió, Mundi, incrédulo...

_ Vamos, Mundi, ve y aséate, estás hecho un desastre_ le tomé del brazo, reconfortándole y ayudándolo a levantarse del légamo de su propia evacuación.

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Mundi. Era un sabueso experimentado. Un caza recompensas. Aunque también, el mayor cobarde que pudiera existir sobre la faz de la tierra. Esto me daba cierta ventaja sobre él, porque que más necesita un cobarde, sino protección. Por tanto se me haría fácil convencerle.

Dedicado a la cartografía, Mundi, era capaz de encontrar un grano de trigo oculto entre las arenas del Sahara.

Mundi, hacía planos para el cabildo del pueblo, subcontratado, requería urgentemente de un cambio. Solo él, podría dar con las coordenadas exactas del designio. Lugar, donde se encontraba Morteo destacado.

***

Le entregué el viejo pergamino. Un mapa antiquísimo, el cual para mí, era inteligible. Morteo, me cedió aquel plano de levantamiento topográfico, acotado, con curvas de nivel, diciéndome que sería de gran utilidad para nuestro proyecto.

Un documento de la era antigua redactado a tinta china y carboncillo, en un pliego de papel vegetal. Firmado por la corona y guardado como reliquia. Sellado con esperma de vela, roja, doblado técnicamente y contenido dentro de una bolsa de piel.

Conocedor de sus dones cartográficos, Mundi, se mostró confiado, viendo el críptico y desmoronado panfleto, como un pasatiempo que le causaba excitación. Fuimos por Morteo.

***

Morteo, al igual que Mundi, era un viejo chato, arqueado de la espalda. Tenían la misma edad. Figurándolos uno al lado del otro, parecerían dos gemelos. Uno, calvo, vestido con sombrero salacot de explorador y otro con melena gris, traje negro, de funebrero.

La estatura de Morteo, sería poco mayor al metro y medio. Su piel como la seda, retocada con polvo de arrebol, impecable.

Y de rastro. Ese olor a formaldehido, siguiéndole a todas partes. Lo que para él constituía algo normal, pues, era parte de su amado oficio.


Morteo era de piedra. No tenía sentimientos, parecía haber perdido su alma con el paso del tiempo.

Con los ojos saltones. La mano a pecho como juramento. Morteo siempre contaba la historia de un entierro prematuro el cual protagonizó. Inocente del acto cometido, Morteo, habría sido persuadido por un grupo de falsificadores en riña pagados por la mafia. Éstos, confiaron a Morteo la tarea del sepulcro.

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Al culminar, el descenso del cuerpo. Luego de subir la grúa de encadenado y de proceder al primer arrojo de volqueta. Morteo, fue jalado de los tobillos y lanzado, inconmensurable, al foso. Por obra del mismo hombre insepulto, quién prorrumpió de la tumba y volvió del estado cesante de su parálisis, resurgido de la muerte, fue ahora el victimario de Morteo.


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Aquel necrósico ser marmóreo, con la cara abollada. Marcado por las punciones de formol. Asió la portezuela del féretro en una toma de impulso. Mientras escupía los tapones de algodón nasal impregnados. Expelió de un grito, la inminente asfixia y procuró así, cual neonato, el respiro, fuera del ataúd.

Siendo así, el sepulturero, la víctima cruel del inhumado prematuro.

Desde ahí, Morteo se largó. Yéndose a vivir en retiro. Ahora suscrito en un alpe suizo, Morteo, es un ser extraño, con el alma muerta, a pesar que su oficio siguió siendo el mismo.

***

Íbamos Mundi y yo, por el desfiladero. Caminando al ras de una peña. Mundi no paraba de rezar el ave llena de gracia. Leía el mapa con una lente, trazaba la coordenada nor-este a compás, luego, convalidaba la trayectoria solar con un pequeñísimo astrolabio de bolsillo.

Entretanto, las cabras de las cumbres lamían del cuarzo, la sal, de la montaña. Y el águila real, picoteaba el ojo de una cabra estrangulada, abatida en un risco. Y el gato montés asechaba a una rata campina hoyando a garfio su escondrijo.

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La ventisca agitaba a Mundi, lado a lado, acercándole al abismo. Y Mundi temblaba de pánico con los ojos clavados en el mapa y su acertijo. Mundi, conocía la circunferencia de la tierra mejor que nadie, era para él, imposible perderse, ni en el peor de los laberintos.

Pero esta vez, paralizado por su ataque de nervios, la vorágine, le hacía creer a Mundi, según su comprensión del pánico, que el próximo ojo en el pico del águila sería de él, al caer, sin distingo, por el declive acantilado...

***

Estuvimos, por fin, pisando las heladas de la cumbre alpe, siguiendo el rastro de Morteo. El prolijo mapa, nos guio directo a un jardín camposanto.

Solo a un hombre como Morteo, se le ocurriría dedicar su vida al trabajo de enterrador. No por tratarse de un noble oficio de celo misterioso, sino, por la localidad escogida para su desempeño.

Las cumbres nevadas de un alpe suizo. El lugar más distante desde cualquier punto del planeta. Alejado de los cuatro cardinales. A su vez, el ideal escondite, para un fugitivo en proceso de rehabilitación...

Por ahora, mi plan marchaba bien.

***

La aldea de campesinos, de escasa demografía, contaba con apenas diez pobladores, incluyéndole a Morteo. Eran entre sí, parientes. Menos, Morteo. Pagaban el servicio de pompa fúnebre para que él los enterrara, uno a uno, a medida que fueran muriendo. Pero, ninguno moría.

Vaya historia cruel la de Morteo, suspicaz, pero a la vez, gratificante. Morteo, tenía buena tilde comercial. Cada vez, les deseaba larga vida a los extraños habitantes, mientras, se pasaba todo el día excavando fosas sin nombre, y volviéndolas a rellenar.

Siempre nueve hoyas. Dando a entender que ninguna de éstas sería para él. O quizás, suponiendo, que de los diez, uno, aun debería estar con vida para el último velatorio.

Así se garantizaba Morteo, a sus sesenta años, el sueldo, aspirando siempre lograr un lugar décimo...

***

Después de aquella larga odisea. Concretamos nuestro negocio. Vivíamos en el alpe suizo, encargándonos, los tres, del asolado cementerio. Prácticamente no hacíamos nada, en aquella aldea de gente inmortal.

Mi plan había salido perfecto. Un cartógrafo, un funebrero y quien remite, un paciente con problemas mentales severos. Ahora rehabilitado. Incapaz, nunca, de volver al sanatorio. Incapaz, de enloquecer, nunca, de nuevo...

Momentos cuando piensas que nada puede salir mal. Habiendo sanado mi locura, solo me quedaba esperar mi más tranquila jubilación en la cima de aquel alpe, acompañado de mis dos amigos de la infancia, ahora, viejos.

***

Fue así. Como cosa increíble. Ideada por la mayor obra de ficción. En el cielo apareció un enorme aparato en el más estruendoso descenso. Buscando superficie de aterrizaje, en la planimetría de la cumbre, intentaba servirse de un helipuerto.

Cual operación militar. Aquel helicóptero, agitaba las briznas con su hélice. Soplaba una nube de escarcha en espiral sobre nosotros, quienes permanecíamos estupefactos, sentados en ocio frente a la cabaña. Recordando nuestros buenos tiempos.


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Fue, mi mayor reencuentro con el horror, desencadenante, de un nuevo capítulo de trauma. Repentinamente, empecé a escuchar, otra vez, esas voces en mi cabeza, acosándome, diciéndome a gritos, “Camina hacia tu celda…”, “Abre la boca, traga la pastilla…”, “A la ducha, hora del baño…”

Aquella nave, blanca, se confundía con la nieve. El aparato de doble aspa, dejaba ver la cruz roja del servicio de salud mental en la compuerta y el escudo del gremio. Mi estrés post traumático empezó a revivir como un caldo de cultivo.

Y quise correr, sin saber hacia dónde, quise estrangular al quinto pasajero. No había donde ir en aquel indómito lugar que se convertía en prisión.

Quise apagar mi mente y dejar de escuchar las voces, por tan siquiera, un breve momento.

***

Pensé en huir al camposanto y cavar mi propia tumba. Era capaz de saltar por el despeñadero o poner mi ojo en el pico del águila como alimento. O hundir mi cabeza como un avestruz, en un copo de nieve, hasta que todo pasara, hasta que mis ojos dejaran de ver lo que estaban viendo.

_ Krasi ManCaster. ¡Al fin te encontramos! Ya sabes lo que les pasa a los desobedientes que huyen de su tratamiento.

_ ¡No por favor! Lárguense, yo solo soy un sepulturero.

_ Eres Krasi, inconfundible, con tus ojos hundidos y tus huesudos dedos.

_ ¡No, no, no me lleven! Yo soy el elegido para construir el templo…

***

De nada valió. Mis mentiras no sirvieron.

Solo me quedó ver el rostro de Mundi y Morteo, como dos ermitaños gemelos, atónitos, ante los vuelcos de la vida.

Mundi, temblaba, consumido por los nervios. Mientras que Morteo, pétreo, desalmado, se limitó a ver mi poca suerte y mis vanos esfuerzos.

Sin yo poder hacer nada, los dos enfermeros, me colocaron la chaqueta de fuerza, inyectándome el sedante barbital. Luego, me subieron al helicóptero.

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Dopado, contra voluntad, con la mayor sensación de un sueño mórbido como pesadilla. Sentí como el aparato se alejaba la cumbre alpe, transportándome al mundo de los cuerdos.

Sentí, como trasladaban al pobre Krasi, llevándolo de vuelta al reclusorio, víctima de un fallido plan perfecto.

***


FIN

@nachomolina2
Contenido original

Venezuela
2022



Esta es mi participación en el concurso patrocinado por @writingnreviews: WEEKLY CONTEST: Short stories with a twist IS BACK! // CONCURSO SEMANAL: Cuentos cortas con un giro HA VUELTO!. Invito a todos los usuarios de Steemit.com a unirse. @juanmolina @corinadiaz @betzaelcorvo


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