La casa del abuelo (Relato)


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Mis padres han decidido vender la casa de mis abuelos, algo en lo que no estoy de acuerdo pero la ley es clara, cuando muere alguien heredan sus hijos, al menos que exista un testamento, y mi madre es su único descendiente.

En esa casa, situada en el campo pasé casi todas mis vacaciones escolares, era un destino obligado, un ritual que asumimos, incluso después de la muerte de la abuela.

Fue un episodio triste y yo me encontraba allí en ese momento.

El abuelo se despertó temprano y fue a dar de comer a los pollos que estaban en el corral del fondo, regar algunos árboles frutales y hortalizas.

La abuela lo esperaba con el café y el desayuno y ese día no lo hizo.

Mi abuelo la llamó varias veces y esta no respondió.

Con los gritos me desperté y me fui hasta el cuarto de los abuelos.

Allí estaban ambos, él llorando, fue la única vez que lo vi hacerlo, y ella dormida.

No entendía el porqué mi abuelo lloraba y le pregunté.

-¿Le duele algo?

Este, sorprendido por mi presencia, se levantó de la cama, me abrazó y llevó hasta la cocina, allí me dijo.

-Tu abuela no está dormida, está muerta.

Todavía hoy en mi mente ese episodio está presente como si hubiera pasado ayer.

No hubo fuerza humana en el mundo que hiciera que mi abuelo dejara esa casa y las visitas a la misma se hicieron más frecuentes.

Él, a pesar de su edad era un hombre sano y fuerte.

Yo era su única nieta y me consentía en grado superlativo.

Tenía una biblioteca enorme con libros de todo tipo y ese era mi lugar preferido de la casa.

No me la pasaba brincando en el campo en el tiempo que estaba allí, sino leyendo libros.

Un día le pregunté:

-¿Qué harán con tus libros cuando mueras?

Se quedó pensativo y me respondió.

-¿Los quieres?

Yo tenía 10 años y era como ofrecerme dulces.

-Sí.

-Entonces te los dejaré.

Y cumplió, por eso ahora estoy en la casa, que me huele a bellos recuerdos.

Triste porque la venderán.

Me ofrecí mudarme a vivir en ella para conservarla pero no lo aceptaron.

-Busca tus libros con las bibliotecas que en unos días enviaremos a un empresa de mudanza para que al desocupe.

-¿Y los enseres de los abuelos?

-Los donaremos a algún ancianato.

No me parecía justo pero nada podía hacer.

Yo estoy en el último año de mi carrera universitaria y no tengo dinero para comprarla.

La casa ha sido mi refugio de escape cuando he tenido que estudiar.

Cada vez que salgo al patio lloro al ver todo desolado.

A escondidas he consultado con amigos sobre la posibilidad de impedir que la vendan pero no existe manera legal que eso ocurra.

Resignada recojo los libros, voy metiéndolos en caja, lentamente, como si mi tardanza pudiera retrasar el final.

Tomo un libro con tapas de cuero gris que fue un regalo de mi abuela cuando era novio de mi abuelo y en la primera página del mismo hay una hermosa y poética dedicatoria y lo abrió para leerla.

El abuelo orgulloso siempre me la leía.

Quedo sorprendida ante lo que encuentro.

Doblado está un documento en papel sellado, de los usados para documentos legales.

Lo abro y el corazón casi se me detiene.

Es el testamento de mi abuelo y en el mismo me deja a mí como heredera de su casa.

Recuerdo que un día me dijo sonriente.

-Te daré una sorpresa cuando muera.

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 3 years ago 


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