Saludos amigos steemitas, en especial a quienes hacen vida en #writingadreviews. Con mi falsa biografía me uno al concurso que promueven @fendit y @belenguerra.

     Nací de parto duro, pero no le duelo a nadie porque dos días después de nacer, mi madre se descuidó y me cambiaron. Mi nombre es Inocente Cordero; no quise empezar por ahí porque no sé si es el verdadero nombre, como tampoco sé si mi vida es está o la que está viviendo el otro que está en este momento al lado de mi madre la que me parió, pero igual les contaré mi biografía.
     Cuando por fin saqué la cabeza del vientre de mi madre para meterla en el mundo, ella se desmayó y un vendedor de baratijas que justo andaba vendiendo sus artículos, acompañado de su mujer recién parida, aprovechó el descuido de todos, y me cambió.

     Con ellos crecí y con ellos anduve cargando las cajas de las baratijas mientras mis padres, los falsos, no cargaban peso y hasta celebraban que yo fuera negro y fuerte para el trabajo. Hasta que un día me enteré de lo que hicieron, me escapé, pero no sabía dónde buscar a mis verdaderos padres.

     Tenía 15 años y había visto cómo se vende y me puse a vender para sobrevivir. Un día me encontré un tipo y le ofrecí lo único que tenía, mi pellejo, le dije que me pagara por adelantado y como era policía, me tomó como mamador de gallo y me arrestó. Como era el único preso del pueblo el policía me daba de comer; yo colaboraba en los trabajos de la prisión: aseo, pintura, cargar y descargar camiones que el policía enviaba a la ciudad, llenos de mierda de vaca para que hicieran abono para las plantas. En eso se me fueron 15 años más.

     Una noche me acordé de mis padres, los falsos y los que me hicieron, extrañaba a los primeros y sentía curiosidad por los segundos. Esa noche escapé aprovechado que el policía no cerraba la prisión.

     A los 30 años, sin saber leer y escribir, conseguí trabajo en un circo. Debía alimentar a una lora, que hablaba varios idiomas y de ella aprendí inglés, chino, italiano, ruso, tártaro, árabe y mozambique; también debía entretener a un gorila, del que aprendí normas de etiqueta social; un caballo me enseño la caballerosidad, y un asno a no andar desnudo. Tres años y era otro, el circo me había vuelto un hombre culto, civilizado y bondadoso porque salí de allí y no le recibí un centavo al dueño, antes le agradecí.

     A los 33 años regresé a casa de mis padres, los falsos, quienes me contaron quién era mi verdadera madre; los perdoné porque los amaba y me fui a casa de mi madre la que me parió, y como estaba feliz con su hijo otro hijo, no quise contarle quién era yo; le dije adiós y me bendijo, y me fui feliz por el mundo porque mi padre, el verdadero, ya me había bajado de la cruz del sufrimiento. Y eso es todo lo que hasta ahora he vivido.