Oversharing y la soledad del blindaje

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Vivimos en un mundo en donde estamos continuamente expuestos al famoso oversharing. Oversharing, palabra que a duras penas tiene traduccion al español, pero que recita por una sobreexposición y a una sobrecarga de información propia y ajena. Acaso sabemos cuántos datos nuestros están circulando irremediablemente por todos lados? No sólo se encuentra presente en las redes sociales, en realidad.

Hace ya bastante tiempo que estoy convencida que la mejor forma de hacer cosas es sencillamente eso: hacerlas. Sin anuncios, sin cuestionarse, sin acudir a opiniones ajenas. Tan sólo darse el lugar para escucharse a uno mismo, recitar lo que el alma predica y sambullirse a la acción, sin ningún tipo de miramiento adicional. Ejecutar en silencio, con la menor cantidad de intervinientes posibles.

Suena bello y, me animaría a decir, que hasta casi poético... pero, ¿hasta qué punto?

Es un camino sinuoso y solitario, donde tus propios monstruos están más presentes que nunca. Es tu mente contra vos y la soledad, lisa y llana soledad. Si bien es fantástico el no ser permeable a la opinión de los demás, también es increíblemente difícil seguir cuando las cosas no salen como uno lo espera.

Son temibles los momentos en los que el alma llora y los sueños parecen haberse partido y perdido en un zanjón. Cuesta el despegar nuevamente, el abrirse a volver a brillar; más solitario es cuando atraviesas un duelo del que nadie está al tanto, de tanto vivir en privado, nadie está allí para acompañarte cuando todo se resquebraja.

Gritos de ayuda ahogados en silencio, un arcoiris monocromático, ¿cómo dejar salir la angustia cuando nadie sabe que necesitas apoyo? ¿cómo explicarle a los demás todo el trajín de los últimos meses y de todo aquello que, con tanto recelo, ocultaste del mundo entero?

Hace ya más de un año, Steemit siempre ha sido mi escape, mi refugio y el lugar en el que me pude expresar libremente. Hoy, nuevamente, lo agradezco más que nunca. Aquí puedo ser yo misma y sentir el apoyo. Pero, ¿cómo seguir?

Una postura mixta, no tan heterodoxa, de más grises y menos extremos, algo que no es propio en mí. Compartir, con ciertos límites, pero nunca llegando al punto de cerrarse del mundo. ¿Por qué? Porque cuando necesites contención, el mundo no estará ahí para ofrecértelo, sencillamente porque no están al tanto de tus demonios.

Los extremos jamás han sido buenos: ni anunciar qué haremos, ni blindarse. Aprendiendo sobre la marcha, en un camino terriblemente solitario, lleno de espinas, rocas filosas y un mapa algo borroneado y sin un sendero que te marque el camino.