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Todo a lo que no le das identidad, sangra en tu interior; te vulnera y obliga a acopiarte en lagrimas. Hace resquebrajarse en pedazos a la estabilidad y a los cimientos que tan fuertes y arraigados creias. Es esa angustia dolorosa y que no se quita, que busca en cada sollozo agarrarse mas fuertemente de los pobres bosquejos indemnes de tu alma.

Todas aquellas palabras que no pronunciaste, viven con mas eco adentro tuyo. Creiste, inocentemente, que callandolas serias victorioso, saldrias airoso e, incluso, te reias ante la torpe posibilidad de cualquier otro tipo de escenario. Bienvenido a la realidad, donde nada se evade y, si eliges hacerlo, pagas un precio incluso mas alto. Eres un vasallo de todo aquello que no confiesas, le rindes servidumbre y no hay pleitesia que pueda salvarte.

Y son esos instantes en los que mejor dejarlo todo salir, librarlo a la buena suerte y escupir la piedra en la garganta. Con algo de confusion, verguenza o con una falta total de temple, ahi esta tu verdad. Con el transcurso del tiempo, veras como la alquimia se autoproclama en tu fiesta, haciendose carne de la transformacion de aquella roca incandescente se degrada en ceniza. La volatilidad de lo etereo la acobija en sus brazos y se pierde, sin mas en el viento.

Aquella venda que tanto te estaba cegando y que amenazaba con ahogar tu alma se desvanece. Es un camino de espinas y no hay atajos; el renacer viene cargado de puas, altibajos y tuneles que solo te dejaran en el lugar de salida. Aunque con la mochila mas liviana y el alma mas libre, los senderos del universo tienen su correlato.