DUALIDAD / LITERATURA

in Writing & Reviews4 years ago (edited)

DUALIDAD.

Como muchas otras noches, esta era apacible, cálida y de seguro reparadora. Cerré mis ojos.

Al abrirlos nuevamente, estaba parada justo detrás de alguien que caminaba rápido. Era de noche y lo seguí simplemente.

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Foto cortesía de Alex Fu en Pexels

La calle estaba realmente oscura, no había nadie más. De un lado de la calle había un barandal que indicaba un pequeño puente; más no pude escuchar ruido alguno de agua correr.
Del otro lado, pude notar algunas casas, muy sencillas. Una al lado de otra. Pero nadie salió a nuestro encuentro.
La luz del farol titilaba, era amarillenta más bien. Daba un poco de claridad, pero no iluminaba. La calle era de asfalto, maltratado y roto.

Simplemente seguí caminando detrás de la figura que iba delante.

Repentinamente entró en una de las casas que estaba a mano izquierda. Abrió una reja algo envejecida y cerró. Por simple instinto lo seguí hasta la entrada y para mi sorpresa, pude entrar sin ninguna resistencia.

Dentro, la casa era muy humilde, sin lujo alguno; sólo lo básico.
Cruzó delante de mi la figura que reconocí como la persona que había seguido. Era un hombre.
Entro en una habitación que parecía pequeña, como un baño. Seguí sus pasos.
Efectivamente lo era. Solo pude ver un pequeño espejo algo oxidado y sucio que estaba colgado encima del lavamanos. No tenía marco.

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Foto cortesía de Drigo Diniz en Pexels.

Me paré justo frente al espejo con la puerta a mi espalda, mirándome. En ese momento el hombre alzó su cuerpo agachado y quedó también frente al espejo, justo su espalda delante de mí. Nuestras rostros se unieron en la imagen que reflejó. Y allí me di cuenta que era yo misma quien se veía. Pero con el rostros de un hombre.

Era blanco, medianamente alto y no muy corpulento, su rostro ( mi rostro) estaba curtido por el sol y se le asomaban muchas arrugas aunque no parecía pasar de mediana edad. Y poderosamente me llamó la atención su vestimenta. Tenía un clériman blanco con túnica negra, era un sacerdote.

Esto me generó un poco de conflicto, pues no me considero religiosa ni mayormente creyente. Pero todo lo demás era demasiado abrumador, así que lo obvié.

Éramos la misma persona, él en mí y yo en él. No podía verme, y sin embargo yo lo seguía a donde fuese.

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Foto cortesía de Mat Reding en Pexels.

NO SENTÍA MIEDO SENTIA CURIOSIDAD.

Nos fuimos a la misa, yo iba detrás pero presente en todo. Al terminar el oficio se acercó una joven madre. Su caminar era pesado y sus ojos no tenían brillo. Había llorado mucho, se le notaba en la piel, en el alma.

PEDIA NUESTRA AYUDA.

Su hija pequeña había muerto de manera misteriosa. Y por alguna razón ella sabía que nosotros podíamos ayudar a salvarla.
Nos pedía que fuésemos al día preciso de su muerte, el momento y lugar exacto. Pero unas horas antes.

En este punto del camino ya no tenia la intención de cuestionar nada. El sentimiento que me unía a ese hombre que era yo, era tan auténtico que solo eso me bastó pasa seguirlo.

Como escrito por un guion de una película, llegamos a una fiesta donde abundaban personas. Niños corrían felices de un lado al otro. Todos ajenos a nuestra sórdida misión.
Era una de esas casas sencillas, muy parecidas a las recorridas en aquella calle. Conversaciones animadas, grupos de personas nos saludaban, se acercaban. Los niños nos pasaban cerca correteando, risas. Era algo aturdidor concentrarse.

Estuvimos alerta hasta que por fin distinguimos a la hija de aquella joven madre. Yo no la había visto antes, pero internamente sabía que la conocía de antes; de siempre. Tenía unos 7 u 8 años, llena de vida. De tez tan blanca como la de su madre, cabello claro, rizos. Un vestido de estampado de flores, algo desgastado pero impecablemente limpio.

FELIZ.

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Foto cortesía de Jackson David en Pexels.

¿Quién querría dañarla?.
Corría junto con otros niños. Su nombre me llamó significativamente la atención; Agripina. Nombre fuerte, vivaz como la niña.

La seguimos con la vista por un rato, atentos; esperando el momento preciso.

Y ESE MOMENTO LLEGÓ. Un ruido estrepitoso se escuchó justo del lado opuesto donde estaba la niña. Imposible no voltear. Algo había caído con furia ruidosa, pero sin peligro alguno. Todos se acercaron a ver lo sucedido, pues atrajo la atención.

Y fue ese instante, ese pequeño instante el que nos marcó completamente.

En un descuido de nuestra parte, la niña había muerto nuevamente.

Del otro lado del espacio, yacía el cuerpo frágil de la niña tendido en el piso. Sin latido y sin explicación.

Reinó el caos, para ellos y para nosotros.

FALLAMOS!, no pudimos cumplir con el único propósito de estar aquí, ahora!.

Perdimos la vida de quien debíamos proteger....fallamos.

Se apoderó de nosotros un sentimiento muy denso de frustración, dolor, impotencia, enojo.

Sin entender que había sucedido abrí mis ojos y todo fue familiar para mi. Mi casa, mis días, mi cuerpo, YO MISMA.

Todo terminó como no debía, si es que alguna vez comenzó.

Sigo esperando tu visita para poder concluir nuestro propósito.

AMBOS, JUNTOS. Si así debe ser, que sea!

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Foto cortesía de Louis en Pexels.

@elclosetdebro

Historia inédita de @elclosetdebro.

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