Historia | Más allá del muro
Más allá del muro
Creo que la única vez que puse un pie fuera de esta casa, fue cuando nací y eso, si mi mamá no tuvo su parto en casa. El día de hoy estoy cumpliendo 12 años de edad y aunque al soplar las velas, pida salir a jugar como deseo, sé que mamá no lo permitiría.
No conozco a mi padre, a mamá no le gusta hablar de él, siempre que la atosigo con preguntas sobre quien fue él o donde está, termino o en mi habitación sin cenar o con una marca nueva en mi pierna. Ella siempre habla de lo duro que es la vida y lo peligrosas que son otras personas, dice que el mundo fuera de esta casa es espantoso y que por eso yo no debo salir.
Ella misma me educa en casa, me enseña matemáticas, literatura, ciencia, deporte, dice que es la mejor forma de aprender y le creo, no conozco algo mejor y no sé si lo haya. Muchas veces, le he pedido que me deje acompañarla a hacer mercado, porque si el mundo es tan peligroso allá afuera, ¿Por qué ella si se arriesga?, ¿Por qué no lleva consigo algo para defenderse?... Yo también quiero protegerla, así como ella me protege a mí, pero su respuesta siempre es: “A los adultos los respetan allá afuera, pero a ti mi niño… Te harán mucho daño”.
Cada vez que ella sale, trato de buscar algún agujero en la puerta o entre los bloques de los muros, para observar eso tan horrible de lo que habla mi mamá, pero ella se ha encargado de cubrir todo muy bien y el muro es lo suficientemente alto para que ni montado en una silla, yo pueda llegar a asomarme. Pero no entiendo, ¿por qué si los niños corren peligro afuera, yo los escucho reír?, como si se divirtieran. Una vez se lo comenté a mi mamá y ella dijo que no se divertían, que ellos hacían esos ruidos como de risa porque estaban siendo torturados. El solo imaginarme lo que podrían estar haciéndoles, me daba pesadillas.
Me gustaría ayudarlos, abrirles las puertas para que estén seguros como lo estoy yo, pero solo hay una llave y mamá siempre la carga en el cuello. Una vez intente quitársela mientras dormía, pero me dio miedo, porque ella se enojaría y me haría otra marca en la pierna, duele cuando hace eso, ella dice que es mi castigo por ser un niño malo, que lo hace porque me ama y le creo, por eso prefiero callar y guardarme mis pensamientos solo para mí.
Un día estaba como siempre, sentado en el sofá, mirando por la ventana la lluvia caer y los picos de los árboles que se asomaban por arriba del muro, cuando siento a mi mamá caminar de un lado al otro buscado cosas, seguramente va a salir.
—Andrés, voy a salir a buscar más trabajo. ¿Quieres que te compre algo especial de regreso?— mama siempre que sabía que yo pasaba mala noche por alguna pesadilla, me dejaba pedir algo especial, galletas, tortas, chocolates… Lo que se me ocurriera, ella lo traía. A veces le mentía y le decía que había tenido una pesadilla, solo para que me comprara algo dulce.
—¡Unas galletas mamá!, de las de chispas de chocolate que comimos en navidad.
—Esta bien mi tesorito, te las traeré. Recuerda, ¿si alguien toca la puerta…?
—Me escondo sin hacer ruido hasta que la persona deje de tocar.
—Muy bien mi niño, ahora pórtate bien. Vuelvo en unas horas.—me dio un beso en la frente y se fue. Espere una media hora, para asegurarme de que ya iba lo bastante lejos y no se devolvería, salí al patio a rebotar un rato la pelota en la pared, ella solo me dejaba jugar en casa, pero adentro el espacio no era muy grande y podía romper algo.
Pasaron unos minutos cuando de la nada cae una pelota muy pequeña en mi patio, prácticamente a mi lado, me asuste porque jamás había ocurrido y no sé dónde había venido. Me quede un rato solo mirando la pelota, tenía miedo de que fuera una bomba o algún arma, en mis libros de lectura decían que las granadas eran parecidas a pelotas pequeñas… ¿y si estaba bajo ataque?... Claro, las personas del exterior se enteraron de que aquí había un niño y querían asesinarme. Tenía que esconderme, antes de que hiciera explosión, me levante rápido para entrar a la casa cuando de repente escuche una voz.
—¡Hola! Disculpa, ¿podrías pasarme esa pelota?— había un niño, un poco más pequeño que yo asomado por la parte superior del muro de mi patio, ¿Cómo llego ahí?... El muro es muy alto.
Me quede ahí, parado, solo mirando al niño sobre mi muro. —Oye, ¿estas escuchando? Mi pelota, ¿me la puedes pasar?— Mire la pelota, aún con miedo de que fuera explotar, pero si así fuera, ese niño también estaba dentro del rango de explosión, saldría herido también, así que, descartando que fuera una bomba, me acerque y la tome.
—¿Quieres que te la lance? Porque no llego a donde tu estas.
—Si, lánzala.— la lance, pero el chico no la agarro, dejo que pasara sobre él y callera del otro lado. —¡Gracias! Eeeehhh… ¿Te gustaría salir a jugar con nosotros?, nos hace falta uno más.
¿Salir?, ¿…A jugar? ¿Yo?... ¿Cómo es que ese niño estaba jugando afuera sí podrían hacerle daño?, mamá enloquecería si yo arriesgara mi vida de esa manera, es un suicidio. Aunque… sería divertido poder jugar con otros niños, mi mamá no jugaba siempre conmigo, ella tenía que coser ropa para poder alimentarnos a ambos, a veces no tenía tiempo para mí.
—¿¡HOOOLAAA!?… ¿Tienes los odios tapados?, ¿vendrás o qué?
—¡Ah!, lo siento. No… No puedo… Mi mamá no me deja ir afuera, dice que es peligroso para los niños, deberías ir a casa. Corres peligro.
—¿Qué? ¡Pero si aún es de día!, mi mamá me deja jugar en la calle hasta que es la hora de la cena. Ahora que lo pienso… Nunca te había visto, pensábamos que en esta casa solo vivía la señora Loca.
—¿Señora loca?— ¿le decían así a mi mamá?
—Si, es una señora que siempre sale de esta casa, pero no habla con nadie, solo la ven en el mercado o buscando ropa para coser en las casas del barrio. Siempre se le ve alterada, como si la gente fuera a atacarla… ¿Ella es tu mamá?
—¡SI!— estaba molesto, ¿Cómo se atreve a llamarle “loca” a mi mamá?, mi mamá no estaba loca. Las otras personas lo estaban, él lo estaba.
—Oh!... Lo siento… Bueno, si no quieres jugar, está bien. ¡Adiós!— se soltó del muro y desapareció de mi vista. Me acerque rápido al muro para ver si lograba escuchar algo.
—¿A que no adivinan? La señora loca tiene un hijo.— dijo el chico a alguien más. Sonidos como de sorpresa se escucharon luego de eso, al parecer habían varios niños allí.
—Pero, si mis padres y yo tenemos años viviendo aquí, y jamás la hemos visto con un niño. ¿Qué edad tiene?— pregunta una chica.
—No lo sé, ¿12?, ¿13?… No le pregunte, pero es un poco más alto que yo. Lo invite a jugar con nosotros, pero dijo cosas muy extrañas. Que si los niños corríamos peligro afuera, que me fuera a mi casa… Tal vez también está loco.
—¿A quién le importa? Sigamos jugando… Nos tocaba a nosotros, pásame la pelota.— las voces se fueron alejando un poco hasta que solo escuchaba susurros y uno que otro grito. No lo entiendo, ¿Por qué nos llaman locos? Y ¿Qué los hacia especiales a ellos que podían estar afuera y yo no?... Quería preguntarle a mamá, pero tendría que decirle que salí al patio a jugar y eso la molestaría mucho. Recogí mi pelota y entre a la casa, limpie la pelota y mis zapatos, me fui a mi cuarto y me acosté en la cama hasta que ella llego.
Cenamos y nos fuimos a la cama, yo me quede mucho rato despierto, pensando en lo que había pasado… ¿Y si el mundo había cambiado y mamá no se había dado cuenta?, no digo que ella mienta, solo tal vez, por miedo, siga pensando en que algo malo puede pasarme cuando resulta que no… Y si era así, ¿Cómo se lo demostraba? ¿Qué podía hacer?...
A la mañana siguiente, luego del desayuno, resolvimos unos ejercicios de matemáticas y luego se puso a preparar el almuerzo. Yo quería volver a hablar con ese chico, preguntarle tantas cosas, pero mientras mamá estuviera en casa, yo no podría salir al patio, tenía que hacer que se fuera pero ¿cómo?...
Comencé a inspeccionar la casa rincón por rincón, hasta que encontré la respuesta. A mamá le quedaba poco hilo negro en la máquina de coser, pero aún tenía dos rollos más en el cajón, así que tome ambos rollos y los escondí en mi habitación, así cuando se pusiera a trabajar luego de comer, tendría que salir a comprar más.
—Que extraño, hubiera jurado que me quedaban aún 2 rollos… Bueno… ¡Andrés!
—¿Si mamá?
—Tengo que salir a comprar más hilo y aprovechare de comprar aceite para la máquina, vuelvo en más tardar una hora.— tomo su bolso y salió.
Esta vez no espere, me fui al patio inmediatamente y me acerque al muro con la esperanza de escuchar una voz del otro lado y así fue, escuche muchas voces, reconocí la del chico de ayer entre ellas, pero no podía gritarle, si mama seguía cerca podría escucharme, así que busque una hoja de papel, escribí “Asómate en el muro”, envolví una piedra con la hoja y la lance con todas mis fuerzas. Solo pasaron unos minutos cuando unas manos se asomaron por el muro e instantes después, el chico.
—¡Hoolaaa! ¿Hoy si quieres salir a jugar?
—Quería hacerte unas preguntas, pero tiene que ser rápido, mi mamá ya debe estar por volver y se enfurecerá si me ve hablando contigo.
—Aaaaahhh… Estaaaa… Biiieeen, supongo. ¿Qué quieres saber?— me pregunto el chico con cara de intriga.
—¿Por qué ustedes pueden estar en la calle y no les hacen daño?, ¿Usan algún tipo de traje especial o algo por el estilo?
—Espera, ¿Qué?... Nadie quiere hacernos daño, bueeenoo… Hay veces que chicos más grandes que nosotros nos golpean, pero eso no pasa seguido. No tenemos que usar ningún “traje especial”, aquí afuera el mayor peligro es un auto y mientras nos montemos en la acera cuando se aproxime uno, no hay ningún problema.
—Pero… No lo entiendo. Mi mamá desde que estaba pequeño me ha dicho que las personas allá afuera son peligrosas, que están locas, que matan y torturan niños, que por eso yo no debo salir y...
—Aguarda un momento… ¿Esa es la razón por la cual nunca has salido? ¡Amigo, eso es ridículo!, disculpa por lo que voy a decir, pero tu madre está loca… O sea, está exagerando. Si, aquí afuera hay gente mala, pero no son todos. Yo no soy malo, mis amigos tampoco, mis padres tampoco, los padres de mis amigos tampoco lo son.
—¡Deja de llamarle “loca” a mi mamá!... Ella solo está preocupada por mí, no quiere que me pase nada malo. ¡Ella solo está cuidando de mí!— si era lo que yo estaba pensando, el mundo había cambiado y mi madre no lo había notado por miedo, eso, o ese chico me estaba montando una trampa para matarme apenas tuviera la oportunidad.
—Oye, mi mamá se preocupa por mí y no por eso me mantiene encerrado en una prisión. Hay algo más aquí afuera que solo maldad, hay un mundo más allá de estos muros y tú te lo estás perdiendo ¡SOLO PORQUE TU MAMÁ ESTA LOCA!— el chico me grito con tal frustración, que más que hacerme enojar, me golpeo. Sentí como si cada palara que salía de su boca le diera un golpe a mis piernas, hasta que estas cedieron y caí de rodillas.
—¿QUÉ DEMONIOS ESTA PASANDO AQUÍ?, ¿Y TU QUIEN ERES?... ¡LARGO, FUERA DE AQUÍ!, ¡NO VUELVAS A ACERCARTE A MI HIJO!— gritaba mi mamá enfadada, había llegado y no la escuche por estar atónico escuchando a ese chico. El chico, esquivando una piedra que mi mamá le había lanzado, se soltó del muro y cayó del otro lado. Yo me puse de pie y mire a mi mamá, ya no la miraba con miedo o con amor, mi mirada la estaba desafiando a que me dijera la verdad, a que dejara de engañarme, pero ella solo se me acerco como para acariciarme el cabello. Le aparte la mano y como ella no hablaría, yo sí.
—¡12 años… Tengo 12 años encerrado en esta casa, en estos muros porque TU me dijiste que me matarían si salía a la calle!... ¿Por qué la mentira?, ¿Por qué mantenerme aquí?, ¿Por qué convertirme en prisionero?— ella no me hablaba, no me respondía, solo se le aguaron los ojos e intento tocarme, pero no la deje. Entre a la casa y me encerré en mi habitación, no sabía qué hacer, no sabía que pensar, no sabía a donde ir, pero quería irme de ese lugar. Comencé a hacer mi maleta y estaba decidido a tumbar la puerta y salir.
Cuando salí de la habitación, mi mamá estaba sentada en la sala con ambas manos en la cabeza, al verme se levantó.
—¿A dónde crees que vas, Andrés?
—¡Afuera!— le respondí, ya sin miedo, ya sin lastima, ya sin nada.
—Tú no puedes salir de aquí, allá afuera es peligroso. Te mataran, yo te protejo aquí adentro, aquí somos felices, tenemos todo lo que necesitamos.— ella estaba desesperada.
—No mamá, tú lo tienes todo, yo no. Yo no tengo amigos, no conozco otro rostro además del tuyo y el de ese chico al cual corriste. No sé lo que es jugar con alguien más o ir a un mercado, o a una tienda. Hay un mundo más allá de estos muros y yo me lo estoy perdiendo por tu culpa. Solo quiero salir, quiero ver lo que hay allá afuera con mis propios ojos. Si me van a matar, pues adelante… Pero prefiero eso, a morir de viejo aquí en estas 4 paredes.— me encamine hacia la puerta, pero cuando ya estaba frente a ella, algo fuerte me pego en ambas piernas, caí al piso y al voltear vi a mi mamá con un palo grueso en las manos, mis piernas me dolían pero aun podía levantarme, puse mis manos en la manilla de la puerta pero en ese momento ella volvió a pegarme en las piernas.
—No me abandonaras como lo hizo tu padre… No te iras de aquí. No pienso perder a mi niño. Así deba partirte ambas piernas y amarrarte a una cama. Te quedaras aquí.— su tono de voz era calmado, pero su mirada era frenética y sus manos temblaban. Quise gritar cuando vi que volvía a querer golpearme con el palo, cuando de la nada algo golpeo a mi mamá y cayó al piso mareada. Mire hacia la puerta del patio y parado con 2 piedras en la mano estaba el chico del muro. Nos miramos por unos segundos hasta que mi mamá volvió a moverse.
—¡VEN AQUI… CORREEEEE!— me grito el chico asustado. Yo no lo pensé 2 veces, me levante con las piernas adoloridas, tome mi bolso y corrí hacia el chico. Él seguía con la vista fija al piso, donde estaba aún mi mamá mareada intentando levantarse, me señalo una escalera en la pared, la cual subí rápidamente, me senté en el muro y le deje espacio para que el subiera e hiciera lo mismo. Al otro lado del muro había un grupo de niños y niñas esperando, mas allá veía algunos adultos mirándonos con curiosidad. Entre los 2 tomamos la escalera y la pasamos al otro lado, él bajo primero mientras yo podía escuchar a mi mamá llamándome aún desde la casa. Yo me apresure a bajar y lo último que vi fue a mi mamá llegando a la puerta del patio.
Ya en la acera, todos nos miramos y salimos corriendo. Desde ese día yo no volví a poner un pie en mi casa. Deje de estar bajo el yugo de mi mamá y comencé a estudiar en una escuela normal y a llevar una vida normal para un niño de mi edad. Comencé a vivir, con menos miedo y con mayor curiosidad, él tenía razón, me estaba perdiendo del mundo, me estaba perdiendo de vivir.