Retratar lo terrible con gracia

in StockPhotos3 years ago

Inside, de Bo Burnham (la encuentran en Netflix) es una bomba de una hora y pico, llena de gracia, dramatismo, grandes canciones y un trabajo de cámara e iluminación asombroso.

En apenas una hora y media condensa más de un año de encierro, ansiedad e inventiva, desplegados durante la pandemia –a la que nunca nombra-, y también porque esa “autoexploración” es la que le permite exorcizar sus propios miedos desde la comedia, desde la risa como estrategia de liberación.

El comediante hace lo imposible: retrata con una increíble gracia lo que fue toda la parte más duramente restrictiva de la cuarentena de 2020. Hace chistes con la tragedia sin faltarle el respeto: dialoga con ella. Y dialoga con nosotros, que no podemos parar de mirarlo. Porque cautiva desde los primeros instantes. Yo no soy una gran fanática de los especiales de comedia. De hecho, le escapé a este desde que salió hasta hace un par de semanas. Es que tenía maravillosas críticas, pero pensaba que simplemente no sería para mí. Y es tan universal que es para cualquiera, y tan específica y bien hecha que la amaría cualquier fanático del buen cine. Bo Burnham la escribe, la dirige, la actúa, la canta. Es él contra el hastío, él contra la nada. Y juega bien sus cartas.

Bo Burnham: Inside comienza su viaje con un una simple pregunta: ¿deberían hacerse chistes en un momento como este? Burnham convierte su ácido repertorio no solo en un intento de respuesta a través del humor sino en una lúdica meditación sobre la relación entre nuestra salud mental y la cultura de exposición mediática a través de las redes sociales y las múltiples plataformas alojadas en internet. Encerrado en su habitación, rodeado de múltiples cámaras, notebooks, luces, micrófonos e infinito cablerío (no estamos tan lejos de ese mundo),Burnham es sujeto y objeto de su producción, se mira, se desdobla, se burla de sí mismo y del mismo mundo que propició su esquizoide creación.

En ese mundo interior, tan asfixiante como el temido exterior que no vemos, la gestación del espectáculo es prisión y liberación. Todo allí se despliega en múltiples pantallas y miradas: vemos entrelazada su espectacular observación y su escenificada autocompasión, la performance de su ansiedad es divertida y angustiante, sus canciones despiertan la risa y la mueca amarga. Burnham lo hace todo, se filma, se maquilla, conversa con una media de algodón, se mira al espejo, se desnuda, para él y para nosotros.

Es increíblemente minimalista y no falla una sola vez: los planos, la iluminación, los juegos de luces, el color. Todo está milimétricamente cuidado y, al mismo tiempo, da la sensación de un entorno simple. Es sagaz, irreverente y adictiva. Una mirada profunda, ácida y muy bien condensada de la realidad, la posmodernidad, las redes sociales, el uso de imágenes. Me perdonan por la verborragia, pero es que realmente me encantó. Si están pensando qué ver próximamente, ténganla en cuenta. Y si la ven o la vieron, cuéntenme qué les parece, así la amamos todos juntos.

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