¡Hola y bonito día tengas todos, estimados miembros de la comunidad! Nuevamente me uno a esta hermosa dinámica organizada por @solperez, quien nos trajo esta semana a Louis-Léopold Boilly, pintor francés de finales del siglo XVIII especializado en retratos, aunque de vez en cuando elaboraba pinturas que representaban alguna escena en particular. De las tres obras propuestas, elegí la segunda pintura, titulada Sin acuerdo (1797).

¿Qué historia nos podría contar esta pintura? Veamos:

Era una mañana de verano de 1797 en las calles de París, Francia. Era un día soleado, ideal para salir a caminar. O al menos eso pensó madame Marie D'Amberes, una viuda que se dedicaba al oficio más antiguo del mundo para poder mantener a su hija pequeña. Por desgracia, cuando vio un rostro conocido cerca de un parquecillo, sabía que su día estaba a punto de arruinarse. Parado junto a un árbol se encontraba Georges Dubois, un miembro de la Asamblea Nacional. El hombre en cuestión era famoso por su tacañería; a Marie le constaba esa fama, pues él le había quedado a deber cinco francos tras un encuentro nocturno, cantidad que el hombre hasta ahora ni se ha dignado a pagarle.

Ahora mismo el hombre estaba esperando a que el boleador terminara de sacarle brillo a sus botas nuevas. Marie se preguntó si Dubois le iba a pagar al muchacho lo que le pidiera o de plano agregaría una nueva deuda a su lista.

"Señor Dubois, ¡qué agradable sorpresa verle por aquí!", exclamó la mujer con fingida cortesía mientras se acercaba. "¿Va a algún lado?"

Georges, con un gesto de condescendencia, le respondió: "Señora D'Amberes, buen día... Y no, no estoy yendo a algún lado. Al menos no por el momento".

"Oh, vaya... Creí que sí, porque veo que el boleador está sacándole brillo a sus botas. Espero que le pague lo justo".

Georges se sintió incómodo mientras Marie añadió: "Hablando de pagos, ¿cuándo me pagará mis cinco francos? Ya le he esperado bastante y realmente necesito ese dinero; como usted sabrá, soy viuda y tengo una hija pequeña qué mantener".

"Le aseguro que le pagaré pronto, señora D'Amberes. Es más, si quiere le doy un pequeño adelanto".

Dicho eso, sacó de su bolsillo una moneda de 25 centavos. La señora D'Amberes, incrédula y molesta, exclamó: "¡Esto es un insulto, señor! ¡¿25 centavos?! ¿Y qué demonios piensa que haga yo con eso?! ¡Cómo se nota que no tiene ni esposa ni hijos qué mantener!"

"Es todo lo que tengo por ahora, señora..."

"¡Tacaño miserable! ¡Ojalá algún día lo arresten y le manden a la guillotina!", explotó la mujer, quien se alejó, furiosa, de ambos hombres.

El boleador, quien había escuchado toda la plática, terminó su trabajo y le dijo: "Son 25 centavos, señor".

"¡¿25 centavos?! ¡Está muy caro! Te doy 10 y estoy diciendo mucho".

El joven le respondió con un puñetazo rápido en la nariz. Arrebatándole los 25 centavos, se marchó del parque con la frente en alto por haber defendido la dignidad de su oficio y no dejarse mangonear por un listillo como el hombre que se negó a pagarle a una madre los cinco francos que necesitaba para alimentar a su hija pequeña.