Los males del mundo siempre han existido. La pedofilia es uno. Y los padres de antaño protegían a sus hijos de estos ataques con advertencias como:

"Quítese de aquí, los niños no escuchan ni intervienen en conversaciones de adultos".

"Son las 8 de la noche, es hora de ir a la cama".

"Usted no va, es fiesta de adultos".

"Usted no va a buscar nada en casa ajena".

"Usted no sale de aquí sin mi permiso".

"En esta casa los niños no ven novelas".

Ahora puedo comprender que estas reglas reducían, de alguna manera, la posibilidad de contacto inapropiado con adultos.

Toca a los padres de esta generación inventarse sus propias estrategias para mantener a sus hijos a salvo de un adulto enfermo.

Hace unas semanas, una amiga le pidió el favor a mi hija que pasara buscando a su hijo por el colegio. La acompañé. De regreso, tomamos el metro. Cuando intentamos subir a uno de los vagones, una señora nos impidió el paso, pero notó el uniforme escolar del pequeño y nos dejó subir. Dentro del vagón iban escolares entre 7 y 12 años viajando solos. Los únicos adultos eran la señora y otro señor, que eran como custodios de los niños, mi hija y yo.

En la próxima estación intentaron subir adultos y no lo permitieron:

"Este vagón es exclusivo para escolares, solo pueden subir adultos acompañantes del escolar".

Si hay la disposición de asignar un vagón para uso exclusivo de escolares, es porque aquí se toman en serio la protección de los niños. Quizás la propuesta de la diputada solo quede como eso: una propuesta.