Venezuela Concurso - Semana 22 - La casa de mi abuela Carmen by @soyliliena

      Mi abuela Carmen, madre de mi papá, fue una campesina de un pueblo llamado "El Palenque" del municipio Montes del estado Sucre- Venezuela. Sus características indígenas eran visibles y se sentía orgullosa de eso. Ella, fue criada por sus hermanos mayores y vivió turnada en casa de sus tíos ya que, quedó huérfana siendo muy pequeña. Pero, nada de eso impidió que se convirtiera en la fuerte y maravillosa mujer que Dios me dio por abuela. Ya de joven, se casó con un hombre al que no tuve el gusto de conocer pero, por quien siento un profundo amor, mi abuelo Luis Beltrán Vargas Muñoz. Se de él, por los relatos de mi abuela y no puedo dejar de imaginármelo como un personaje de cuentos de hadas, tal como ella lo describía. Por razones laborales, mis abuelos se fueron a vivir a Caracas. Tuvieron 7 hijos y consolidaron un hogar en una casota que abarcaba la esquina de una cuadra. Tenía 11 cuartos, 4 baños, una sala grande y una biblioteca enorme. Allí, me crié yo hasta los 8 años de edad y allí, en la casa de mi abuela, aprendí a soñar.

      Mi anécdota: Un día cuando llegaba del colegio, en la puerta de la casa de mi abuela estaba parada una niña de más o menos mi edad de ese entonces (7 años) y con aspecto harapiento. La niña estaba sola con la puerta entreabierta. Al llegar, salí disparada del vehículo que me servía de transporte escolar para dentro de la casa. La entrada de aquella casona tenía unas escaleras de 8 peldaños. Se exactamente cuántos eran, porque yo los contaba al subir y al bajar. Estaba desesperada por ir a mi cuarto a ver la televisión. A esa hora daban "Candy Candy" y no me quería perder ni un instante de ese cómic jajaja, ya pueden sacar cuentas de mi edad...

      El punto es que, en mi apuro pasé por el lado de la niña sin decir una palabra. Al cruzar la puerta, justo en eso instante, venía mi abuela con un plato de comida en una mano y un bolso con ropa en la otra. La ropa era mía, por cierto... "Me peló los ojos" con la expresión propia de ese "ni te atrevas a moverte" que me paralizó. Luego, me dijo suavemente, pero con una contundencia inobjetable que debía devolverme y saludar a la niña "que no había visto por andar tan rápido", cosa que yo hice sin chistar, pero a regañadientes. Entré a casa y pude ver el capítulo de la serie que tanto me gustaba. Mi abuela seguía en la puerta acompañada de aquella niña.

      Más tarde, mi abuela me dio una enseñanza que jamás he olvidado. Al terminar de alimentar a la niña se fue a mi habitación. Se sentó a mi lado y me preguntó si no me llamaba la atención ver que habían niños como yo que tenían casa y comida y que habían otros que necesitaban pedir para poder comer. "La diferencia entre tú y esa niña, es que ella necesita de tí hoy. Pero, tal vez mañana, cuando el mundo cambie, tú puedas necesitar de ella".

      Mi abuela recibía el día con la música de Gualberto Ibarreto y en las noches se sentaba a escuchar unos versos hechos canciones por unos "muchachos" llamados Pablo y Silvio. Esos versos habían sido escritos hacía muchos años antes por otro joven llamado José Martí. Esa era mi abuela Carmen. A ella le debo mucho de lo que soy.