Venezuela Concurso | Semana 3 | Arepas y Zaperoco / UN DIVORCIO POR UNA AREPA by @soyliliena


UN DIVORCIO POR UNA AREPA


      El juez de paz se lo volvió a preguntar. Esta vez, en tono cercano, pues conocía a Baustista desde hacía, al menos, 50 años. ¿Estás seguro de que te quieres divorciar? La cara de Gregorina había empalidecido y sus ojos se llenaron de lágrimas ante la espera de una respuesta que ya ella conocía. Un claro e inobjetable “Sí”, salió de la boca de Bautista, y al juez no le quedó otra cosa que declarar la disolución de aquel matrimonio.

      Al llegar a casa, lo esperaba su mujer. Llevaban casados 30 largos años. “Ya no es la misma de sus tiempos mozos”, pensó al verla. Ella le atestó un beso en los labios apenas pudo acercarse. La miró sonriente y le preguntó “¿Aún me amas?”. “Pues, ¡claro! Contestó la mujer”. “Es que uno nunca sabe… uno nunca sabe”, dijo entre dientes el juez.

      En la casa de al lado, Gregorina miraba a Bautista llena de asombro y tristeza mientras este recogía sus pertenencias. “¿Por una arepa, Baustista? ¿Me has dejado por una arepa?”. Bautista no decía palabra. En su mente veía pasar, cómo en una película, las muchas veces que le pidió a Gregorina que le hiciera una arepa, de esas que a él le gustan tanto. “Nunca quiso”, “No le importó”, “No me quería”. “Seguramente, al próximo con el que esté, si que le hará una arepa y bien grande…” Pensaba.


      “¿Qué pasó con aquellos dos pajaritos?”, le preguntó su mujer al juez. “¿A quiénes te refieres?”, dijo él, intentando disuadir la curiosidad de su esposa. “No te hagas el loco, sabes a quiénes me refiero”, contestó, señalando con el dedo índice hacia la casa contigua a la suya. Fue inevitable. El asunto de la arepa fue un argumento demasiado contundente. “El divorcio está hecho”, sentenció el juez como si estuviera en la corte. La mujer calló y se dispuso continuar con sus quehaceres.

      Aquella tarde, Bautista salió a zancadas del lugar donde había vivido la mitad de su vida. Anduvo de prisa. Durante el camino, se detuvo a mirar los puestos de ventas de arepas que tenía que recorrer cada día para poder complacer su apetito. Ese tránsito en la búsqueda de aquel manjar sin el cual no podía vivir, le había llevado hasta el lugar al que se dirigía. Tocó a la puerta y una mujer abrió. En la mesa del comedor una enorme arepa de maíz lo esperaba. Al verla, suspiró y se dejó caer en el cómodo sofá.

      Minutos más tarde, la puerta volvió a sonar. Bautista, distraído, la abrió y sus ojos se espabilaron. Frente a él se encontraba Gregorina con cara de endemoniada y una bolsa de arepas en las manos. “Así que por esta arepita fue que me dejaste”, le dijo, anunciando el zaperoco que apenas comenzaba. En la calle, una muchedumbre se agolpaba a ver el espectáculo. El juez y su esposa, tenían puestos privilegiados. Dos mujeres se tiraban de los cabellos en medio del jardín de la casa. Las palabrotas volaban junto a las arepas hasta la cabeza de Bautista.


Gracias por leerme


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Hola @soyliliena. Buen cuento! Y todo ...

por esta arepita fue que me dejaste

Las arepas a veces traen zaperoco, y aquí llegaron hasta el divorcio!

Que grato ha sido leerte! Un gran saludo!
#affable
##venezuela

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