Mi amiga @genomil es un ser especial, pues cada semana nos ofrece la oportunidad de opinar sobre la condición humana y sobre la vida misma que nos plantea diversos escenarios y situaciones cotidianas para sacar lo mejor o lo peor de nosotros. Para esta semana cinco el tema es: Discriminación. Esta es mi participación:

Existen varios tipos de discriminaciones: por raza, por credo, por inclinaciones sexuales, por aspectos físicos, políticos, económicos, por enfermedad, etc. De modo que quizás todos, en alguna ocasión, incluso sin querer, hemos actuado u emitido comentarios discriminatorios hacia una persona o grupo de personas. Como dice la Biblia:

El que esté libre de pecado que lance la primera piedra.

La experiencia que voy a colocar sobre esta mesa de discusión está relacionada con la covid-19; este virus que a todo el mundo ha puesto a correr y que nos ha cambiado la vida de una manera u otra.

Como ya muchos saben perdí a mi sobrino-hijo, hace un año y nueve meses por esta enfermedad. Era un chico de 27 años, que había abandonado al país en búsqueda de una mejor calidad de vida. Vivía en Colombia. Cuando comenzó el virus, se cuidó mucho, porque estaba consciente de lo duro que era estar sin familia en otras tierras. La necesidad lo obligó a trabajar en un autolavado teniendo asma y como era de esperarse al poco tiempo se complicó con la covid-19. Tenía miedo de ir al hospital, porque había pagado para que le arreglaran los papeles y pensaba que lo podían meter preso por esa ilegalidad. Mi sobrino sufrió mucho, no solo por la enfermedad, sino por la falta de apoyo de las personas que estaban a su alrededor. Un día me llamó para decirme que debía dos días de arriendo y que la señora lo iba a echar a la calle. Él deliraba de fiebre, lloraba como un niño. En casa nos contagiamos de su angustia y dolor. Llamé a la señora de la residencia y le rogué que no lo abandonara, que lo ayudara a ir a un hospital, mientras nosotros llegábamos hasta allá. La señora se compadeció de él y de nosotros. Lo llevaron a un hospital, allí lo dejaron. Nadie lo cuidaba por miedo a contaminarse y murió a los dos días. No pudimos llegar a tiempo para verlo con vida. Fue un golpe duro de la mano de Dios, que recibimos con resignación, pero cuya herida no sana y creo que no sanará nunca.

Luego me llegó a mí un prueba. Un vecino, que no conozco, se sentía muy mal de salud, era de noche y salieron a pedir ayuda para llevarlo al hospital, la gente decía que tenía "Covid". Nadie se mostraba dispuesto a ayudarlo, le escribí a una vecina, que es muy buena amiga y enfermera, para preguntarle si habían encontrado un carro para llevar al vecino al hospital, y me dijo que no. Sentí a mi sobrino, le vi sus ojos de cielo y su sonrisa de aire, y sin dudarlo fui a la casa del vecino para llevarlo al hospital. Mi amiga me dijo: No hables, y después de dejarlo en el hospital llegamos a limpiar el carro con alcohol.

Bueno, lo cierto fue que llevamos al señor al hospital, tenía asma, y a los tres días ya estaba en su casa. Yo regresé a mi casa con la tranquilidad de haber hecho lo que me hubiese gustado que hicieran por mi niño.

Muchos pacientes de covid murieron de depresión al sentirse abandonados por sus seres amados. El miedo es un lobo que afila sus dientes para acabarnos. Esta situación de "alejamiento" ya la vivieron los que sufrieron de lepra y de VIH. Por eso si algo debe fortalecerse en las personas que padecen alguna de estas enfermedades es la confianza y la seguridad de que afuera alguien está pendiente de ellos y dispuesto a dar todo lo que sea para que sigan con vida.

Invito a mis amigos @inesk, @santamorillo y @aplausos a dar su opinión sobre la discriminación. Aquí la información

Nota: Publicación configurada para beneficiar con el 15% a la comunidad.