-¿Qué significa esto? Explícame, ¿en qué andas tú?

Ella dejó el teléfono en la cama y le contestó a la madre:

-Mami, nos resolvimos la vida, el jueves salgo para Palestina a vivir como una reina; me encontré un novio allá que nos dará todo. Por ahora, te dejaré mil dólares para que te compres lo que desees. Yo tengo todos los gastos del viaje cubiertos. Cuando llegue a mi destino te enviaré más dinero.

La madre guardó silencio y con voz de niña asustada le dijo:

-Petronila, no me gusta lo que estás haciendo, apenas tienes 18 años; la vida no es tan fácil como crees; nadie da dinero a cambio de nada. Además yo ni siquiera sé dónde queda Palestina; tampoco sé manejar los teléfonos inteligentes para saber de ti. Por favor, hija, olvida ese viaje. Si quieres no me despego de esa máquina de coser para que no te falte nada y para que te compres todo lo que quieres. Eres mi única hija, y estoy dispuesta a hacer por ti lo que sea, con tal de tenerte a mi lado.

-Mamá, estás loca, mira todo lo que Pérez Palestina me ofrece: carros, mansiones, dólares, joyas..., a cambio de compañía. Coronamos, mami, coronamos.

Bueno, dijo la madre, ya veo que no podré detenerte, déjame por lo menos prepararte el pasticho que tanto te gusta para que siempre me recuerdes. Además te compraré una pera para que te la comas en el camino.

El aeropuerto de Maiquetía era un funeral, había lágrimas, abrazos y melancolía en todos sus rincones. La sonrisa infantil de Petronila era un sol; el miedo de su madre se reflejaba en sus ojeras insomnes.

Los días transcurrían sin que Julia supiera de su niña. Su cuerpo se fue secando como esas plantas que envejecen de la noche a la mañana por falta de una gotica de agua. Se aferró a la máquina de coser como su única tabla de salvación en medio de una marea de malos pensamientos. Fue así como se le ocurrió buscar a Rosalía, la mejor amiga de Petronila, para que la ayudara a ubicar a su muchachita. Rosalía no estaba al tanto de las decisiones de su amiga, y se preocupó por el estado deplorable de la señora Julia.

Se metió en facebook de Petronila y vio la selfie que se hizo en un aeropuerto. Pero tenía 15 días sin conectarse, lo cual alarmó a las dos mujeres, entonces decidieron buscar información en google sobre Pérez Palestina, y esto fue lo que hallaron:

"Pérez Palestina, mejor conocido como Pasticho Pelícano, pintor de Cisjordania, acabó con la vida de una joven venezolana, y con la sangre de esta creó un cuadro terrorífico en el que predominaba el color púrpura".

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