—Creo que es Dominique, tienes que recordarlo Augusto, cuando nos enviaron a Francia...

— ¿Te refieres al caso Toulouse?... No lo creo, aquella chica era más baja, creo que los recuerdos te atormentan, aquellos amores, como te lo dije, algo rápidos… ¿por eso me trajiste? No, no lo es, no se parece, este es un ángel, ¡mira! casi ni pisa tierra, creo que sigues obsesionado, fue una época dura, pero ella…, quiero decir aquella chica era ruda, sufriste las consecuencias por saltarte las reglas.

—Tal vez tengas razón Augusto, tal vez...

Filippo se quedó pensativo, pero en su mente los hechos pasados parecían volver como si estuvieran ocurriendo, nunca dejo de pensar en aquellos momentos, su trabajo era investigar un grupo de choque terrorista y había sido asignado a un grupo de elite para que disolvieran una acción política contra un ministro italiano en una ciudad de Francia, allí la conoció, era una chica muy encantadora, se enganchó de tal manera que no creyó en ese momento que ella lo engañaba para apartarlo del objetivo y cuando ocurrió la explosión, él fue parte activa del desastre. Su amigo Augusto estaba cerca y pudo ayudarlo, pero aquella chica desapareció.

Pero el destino cambia todo y cuando vio aquella chica por una de las calles de Venecia, se quedó extasiado, pero los recuerdos le advertían que algo no andaba bien, así paso varios días caminando, tomaba fotografía y visitaba algunas casas que le parecían interesantes, todo para evitar llamar la atención, por eso buscó a su amigo Augusto, él también la vio como un ángel perdido, caminando despreocupadamente por las calles de Venecia.

—Estás equivocado Filippo, no es la misma persona, no será que te enamoraste, recibiste el flechazo…, además, ya estamos retirados.

—¿Y eso qué? Podemos seguirla y ver a dónde vive, qué puede estar tramando.

—¿Estás seguro de eso?

—¡Está bien!... podemos mirarla un poco, acercarnos más y si es un ángel podemos ir al cielo con ella, ¡jajajaja!

—¡Mírala! Esa chica no mataría una mosca, mejor miremos su caminar, te aseguro que ella sabe que comentamos su paseo, casi se detiene… pero no se atreve.

—¡Olvídalo Augusto! Creo que tienes razón, mejor disfrutamos su figura perdiéndose en la calle.

—Te digo sinceramente, es un ángel y ¡qué ángel Filippo!

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Imagen tomada del post de invitación.
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