El niño entró corriendo, bañado por la euforia de la noticia.

—¡Mamá viene el circo! ¡Viene el circo!
—¡Qué bueno hijo! Iremos a divertirnos un poco.
—Si mamá, volveré a ver los trapecistas, me acuerdo que volaban sin alas y hacían piruetas, yo sufría mamá, igual me pasaba con aquella niña que cabalgaba sobre un corcel, ¿te acuerdas? ellos me dejaron tocarlo, su pelo era tan liso que mis manos resbalaban, no entendía como esa niña sostenía los pies en su lomo, ¿tú lo sabes mamá?
La madre sonrió ante la inocencia de su hijo.
—No hijo, no lo sé, pero debe ser difícil aprenderlo, a lo mejor se caen muchas veces y vuelven a repetirlo hasta que lo logran.
—Pero si se caen, pueden romperse los huesos, si eso pasa, debe ser muy triste para ella, lo que no me gustaban eran los enanos mamá, siempre dejaban caer la pelota, por eso el señor Clo los zurraba y eso sonaba muy duro.
—¿Te gustaba lo que hacía el payaso Clo?
—¡Si! sobre todo cuando el señor Clo se acercaba con su gran nariz roja y me miraba, yo quería llorar, pero el sacaba un caramelo de su oreja y espantaba mis lágrimas, ¿vendrá el señor Clo, mamá? él estaba viejito, ¿será que viene? a él lo quiero ver, todos ríen de lo que dice.

El viejo payaso se había enfermado y en su lugar dejo a su hijo, cuando el niño lo vio pasar recorriendo las calles le pregunto:

—¿Y el señor Clo, ¿dónde está?
—Él es mi papá-payaso, está descansando, pero está triste por no haber venido, pero le contenta que yo haga su trabajo, ven al circo, te divertirás.

Luego siguió su camino, jugando con los enanos, el niño no le gustó mucho aquella noticia.

—¡Está enfermo mamá! y se me salieron las lágrimas, el payaso Clo, no puede estar enfermo.
—No te pongas triste, verás a su hijo, debe ser tan bueno como su padre, el señor Clo es como nosotros, yo voy envejeciendo y tú serás quien trabaje.

El niño se dirigió a la ventana para esconder sus lágrimas.

—Pero mamá, el señor Clo es mágico, si puede sacar caramelos de su oreja también debe saber curarse.

La madre lo agarró y le dio un abrazo.

—Hijo, mañana iremos al circo y ya verás como el señor Clo te mirará a través de su hijo y seguro te regalará caramelos y cuando lo mires, verás su magia.

Al siguiente día, la euforia en el pueblo era una fiesta, la función iba a comenzar y en medio de los tambores el presentador gritaba a viva voz.

—¡Adelante querido público, la función va a comenzar! ¡Verán al payaso Clín, hijo de Clo, el payaso más viejo de la compañía y sus enanos saltarines, verán a los equilibristas, a los trapecistas desafiando el peligro, vengan que comienza la función!...

El niño estaba ansioso, los tambores resonaron, anunciando la entrada de los payasos, el niño le gritó a su mamá:

—¡Ahí está! ¡Es el señor Clo con los enanos! ¡Ahí está mamá!

El payaso se acercó y rascándose la oreja un caramelo apareció.

El payaso le guiñó un ojo y le sonrió, el niño estaba emocionado.

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Imagen tomada del post de invitación.