El niño comenzó a llorar de nuevo, Lana se levantó un poco molesta.
—No quieres que duerma hijo, esta es la séptima vez que me levanto, te buscaré el biberón y ya por favor, vas a alborotar a las brujas.

Fue a la cocina y le trajo el biberón al niño, en ese momento oyó ruidos y puso su oreja en la puerta.
—¡Parecen sapos!
Abrió la puerta y cuando vio aquello, no lo podía creer, eran cientos de sapos croando y rodeaban la casa, sintió un frío subir por su espalda.

—¡Están aquí!

Corrió hacia donde estaba el niño y lo abrazó con fuerza, empezó a oír risas alrededor de la casa.

—¡No van a entrar! ¡No las dejaré!
—Hoy es el día, Lana, la ceremonia está preparada, tienes que ir, — le decía una voz chillona, —nuestro señor está deseoso de tu hijo, es uno de los elegidos.
—No van entrar hijo, te amo, no van a entrar.

Temblaba y el sueño parecía dominarla.

—No puedo dormirme, no debo, todavía no, te amo hijo.
Una brisa entraba por los resquicios de las puertas y dejaba oír un canto que la obligaba a cerrar los ojos.

—Hijo te amo, —lo abrazaba con fuerza, cuando sus ojos se cerraban, escuchó ladridos, muchos ladridos, saltó, cuando golpearon la puerta.
—¡Abre Lana! ¿Qué está pasando? —Grito una voz fuerte y ella besó a su hijo.
—¿Quién es?
—Soy el padre Ignacio y otros amigos.
Abrió la mirilla de la puerta y los vio, eran cuatro hombres y no pudo contar los perros, salió con el niño y abrazó al padre Ignacio.
—Gracias a dios que llegaron, mañana es luna sangrienta, vinieron a buscarme, quieren a mi hijo.
—¿Sabes dónde será?
—¡Si!

La mañana amaneció con mucha niebla, el padre Ignacio organizó un grupo grande entre hombres y mujeres, apertrechados con antorchas bañadas en aceite, Lana abrazaba a su hijo, ya lista y dispuesta a la marcha hacia lo profundo del bosque, sabía que al pie de la montaña existían unas cuevas dónde las brujas realizaban sus reuniones, aquella aventura podía resultar mal, por eso el miedo le oprimía el pecho. Lana tenía que ir adelante y sola, el grupo iría detrás, a corta distancia, preparados para enfrentar cualquier dificultad.

Lana miró el cielo y vio que el sol ya estaba en el ocaso, hacia todo lo necesario para que el niño no llorara, eso podía alertar a las brujas, miraba hacia atrás para cerciorarse que el padre Ignacio estaba cerca, ya se empezaban a oír aleteos y cantos de aves, el viento susurraba cómo conversando con los árboles, ya veía rostros deformes en los troncos de los árboles, reían.

Aminoró la marcha para acercar más al grupo. La noche parecía estar apurada y mostraba a una luna vistiendo su atuendo rojizo. Lana pegó un grito cuando una bruja apareció delante de ella.

—Traes al niño, todas te esperan, va a ser una noche grandiosa, ¡dame al niño!
—¡No! Yo lo llevaré.
—Está bien, al fin y al cabo, aceptaste la invitación, ¡jajajaja!

—Todavía no, —dijo el padre Ignacio, —avancen en silencio.
La luna se iba pintando de un rojo intenso, se empezaron a oír voces en coro, llamando a las fuerzas oscuras, Lana permanecía de pie frente a un altar de piedra y todas las brujas estaban en los alrededores, esperaban el momento justo, que la luna estuviera en el cenit.

—¡Ahora podemos comenzar! ¡Ha llegado el momento! —dijo la bruja que hacía de sacerdotisa, cuando una lluvia de antorchas encendidas cayeron sobre ellas, los gritos quebraron la noche; la bruja sacerdotisa intentó agarrar al niño, pero Lana ya no estaba, había entrado a la cueva para liberar a los otros niños y les dijo que corrieran hacia el bosque, Lana iba guiándolos, La bruja trató de atraparla, pero el fuego de una antorcha cayó sobre ella incendiándola, el humo lo fue envolviendo todo y mientras se iba disipando, dejaba ver una criatura con cuernos que se desvanecía en la noche.

_{Post configurado para beneficiario con el 15% a la comunidad de #venezolanosSteem
Imagen tomada del post de invitación.}