—Sabes qué es lo malo de todo esto, la espera, podemos reír, llorar o simplemente sentarse y mirar desde este balcón donde el mundo nace y crece, luego se va apagando, las penumbras van invadiendo todo para dar paso a la noche...

—Pero se ve bonita la calle con sus farolas y las parejas agarradas de la mano, —dijo Ampara.

—Pero no todo es bueno, una noche no podía dormir y me vine hasta aquí, entonces vi a una pareja, la luna estaba muy brillante, ellos parecían abstraídos del mundo, fundidos en un solo cuerpo, comencé a soñar, me veía radiante, caminando descalza entre la loza de la calle, detrás de mí, la luna seguía mis pasos haciendo que mi sombra corriera delante, cuando pasé bajo el balcón, miré y te vi allí como otras veces, pero tú estabas sola y sonreías, soltaste un pañuelo, fue bajando despacito y como si creciera, fue cubriendo la luna, se hizo una oscuridad total, grité y pude ver cuándo la pareja se separó, el hombre salió corriendo, miraba a todos lados como buscando el lugar por donde había salido el grito, yo temblaba y aguantaba la respiración, cuando volví a mirar la calle estaba sola, sumida en la soledad, pero esa chica estaba tirada en la acera.

—¿Lo que me cuentas es cierto, Leonora?

—No lo sé, cuando el sol estaba en lo alto, bajé, caminé dónde había estado la pareja, no había rastros de ningún tipo, pero yo los vi, no estaba dormida, sé que algo le pasó a esa chica.

—¿No le preguntaste a alguien?

—No había a quién preguntar, ¡mira la calle! está sola, no hay un alma, a veces pasa algún caminante.

—¡Pero yo no pude haber lanzado el pañuelo Leonora!...

—¿De qué estás hablando?

—Esa noche, me levanté y te miré en esa soledad, mirabas por el balcón, quise decirte algo, preguntar si tenías algún problema y cuando volví a mirar, no estabas, caminé hacia el balcón, fue cuando vi esa sombra larga que ocupaba la calle, solté el pañuelo cuando oí un grito que venía del cuarto, tú estabas allí, blanca y mirabas el vacío, dijiste algo tan extraño, ¿por qué tapaste la luna? la oscuridad lo arropó todo, Ella no pudo escapar y el hombre desapareció dejando un alma herida. Yo te miré, encendí la lámpara, tú estabas dormida, tuve miedo.

Leonora y Ampara se miraron y bajaron la vista hacia la calle donde las penumbras comenzaban a reinar, sonrieron, algunas parejas paseaban agarrados de las manos.

—¿Crees que eso ocurrió?

—Tal vez los anhelos se cruzaron en los sueños.

—¡Dejaré caer mi pañuelo! —dijo Ampara y lo soltó, de pronto se hizo una oscuridad total y un grito recorrió la calle.

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imagen tomada del post de invitación.