La joven llevaba unas perlas grandes en sus orejas, apenas pudo verlas, ya que las cubrió con su atuendo y desapareció entre la muchedumbre. Le preguntó a uno de los comerciantes si la conocía.
—Sólo pasa algunas veces, no es de la ciudad, dicen que visita a un pintor.
—Estoy investigando un caso de robo, dijo el hombre de levita, me pidieron que hiciera mucho hincapié en el asunto, por tratarse de una mujer que se hace pasar por doncella, no puedo decirle de qué familia se trata.
—Ya le dije, no la conozco.
—¿Conoce al pintor?
—Es un buen hombre, no creo que esté involucrado en nada malo.
—Nunca se sabe dónde salta la liebre...
Al comerciante no le gustó el comentario, así que le dio la espalda.
El hombre de levita se quedó un rato mirando la muchedumbre como esperando que apareciera la chica de las perlas, sabía que aquella gente no le gustaba mucho la labor de un investigador; “tal vez tengan razón, allí hay muchas cosas para esconder”. Se quedó un rato más, pero no vino nadie, así que se despidió con una cortés inclinación de cabeza y se perdió entre la gente. '
El comerciante llamó a su esposa y le contó lo que pasaba.
—¡Por todos los dioses! esto es una desgracia, voy a avisarle, —dijo la señora.
—¡Corre mujer! dile a Johannes lo que pasa, que le pregunte a esa chica, si eso es cierto.
La mujer agarro una cesta y salió de prisa, su corazón estaba acelerado por la angustia, no podía permitir una desgracia en la familia, le había dicho otras veces que no permitiera a sus modelos salir con joyas encima, eso no se veía bien y levantaba envidias y malos deseos.
El hombre de la levita vio la prisa de la mujer por abrir paso entre la multitud, eso le pareció sospechoso. El hombre se quedó mirando la muchedumbre como esperando que apareciera la chica de las perlas.
El pintor se encontraba terminando un cuadro en donde la chica de las perlas hacia de modelo.
—¡Esto quedó exquisito, eres una excelente modelo, todos admiraran tu belleza!...
—¡Johannes! ¡Johannes! —Se escucharon gritos.
—¿Y esos gritos? ¡Parece mi madre!
La señora entró angustiada.
—¡Johannes, creo que hay problemas! un investigador anda tras está chica, dice que robó unas joyas, ¿son esas perlas que lleva?
—¡Eso no es posible madre! Esas perlas son de utilería para el uso de las modelos, solo las llevaba para presumir.
—¿Quién me está acusando? —Dijo la chica.
—¡Ese hombre llegó hasta mi casa!...
—¿Se refiere a mi persona, señora? —dijo el hombre de la levita con una sonrisa de triunfo.
—¡Ay dios mío, esto no es posible! —Dijo la señora, elevando la mirada al cielo.
—¡Cálmese! ¡Cálmese señora! Yo solo estoy encantado con la belleza de esta mujer, la vi y quedé prendado. ¡No sabía dónde encontrarla! Así que inventé lo de la investigación para poder llegar hasta ella y decirle...
—¡Usted es un sinvergüenza! ¿Cómo se le ocurre inventar esa calumnia? —dijo la chica.
—Usted sabe, el amor es ciego y tonto, —dijo el hombre sonriendo.
—¡Sir Johannes, permítame ese atril que yo voy a enseñar a este caballero lo que es el respeto!
—¿Qué vas a hacer?
—¡Pues darle una paliza, es lo que se merece! —dijo la chica.
—¡Dele duro hija! porque a mí, por poco me mata —dijo la señora.
—¡Lo siento, mejor me voy! —dijo el hombre de la levita y sale corriendo, la chica de las perlas lo persigue.
—¡Ay mamá! las cosas que pasan por culpa del amor, ven, mira como quedó el cuadro, todo el mundo hablará de la joven de las perlas.
—¡Es hermoso hijo!