—Ahí vivía mi abuela —dijo—era tan blanca que no podía salir, el sol la
dañaba.
—No lo creo, ahí no vivió nadie, solo sirvió como centro hospitalario, dicen que esto perteneció a un Duque, bueno, eso dicen.
—¡Sabe! Mi abuela solo salía de noche y por eso la tildaron de bruja. Mi papá venía y se paraba ahí, frente a la ventana, esa, la tercera y le pedía sus bendiciones. Ella levantaba sus manos y le hacia la cruz, nada más, luego nos marchábamos.
—¿Sabe cuántos años tengo aquí? son muchos, me dejaron encargado de llaves y ahí solo vi enfermos y muertos, gente que iba de paso.
—Mi abuela se quedó sola ahí, mirando por esa ventana, esperando a mi abuelo, él era soldado y lo mandaron a pelear en la frontera contra unos montoneros, nunca llegaron noticias.
—¿No estará equivocado de edificio? Por aquí algunos se parecen…
—No señor, yo me venía caminando, era muy pequeño, me venía detrás de mi papá, él era muy callado, pero me contaba la historia y respetaba la decisión de su madre, él llegaba y silbaba como un jilguero, mi abuela se acercaba a la ventana, era como una luz, pero ella se fue apagando en esa espera, por eso estoy aquí, siguiendo los deseos de mi papá… ¿Cuántos años tiene Ud. en este sitio?
—Muchos, ya le dije y, ¿Usted de dónde viene?
—De allá, —y señalo con el dedo —donde se ven unos ángeles.
—¿Del cementerio?
—Sí, todos los años vengo, antes de que arranquen las lluvias, ya me voy.
Cuando el hombre agarró las llaves para subir las escaleras, vio una luz escapando por la ventana, iba a decir algo, pero se dio cuenta que estaba solo, entonces se persignó.