Se conocieron en una red social para personas mayores de 50 años. Ambos estaban divorciados y tenían hijos adultos que vivían lejos de ellos. Se sintieron atraídos por sus fotos y sus perfiles, y pronto empezaron a chatear todos los días. Descubrieron que tenían muchas cosas en común: les gustaba el cine, la música, la cocina y los viajes. Decidieron encontrarse en un café.

Cuando se vieron por primera vez, sintieron una conexión inmediata. Se miraron a los ojos y se sonrieron con ternura. Se tomaron de las manos y se dieron un beso suave en las mejillas. Estaban felices y emocionados, como si fueran adolescentes. Decidieron seguir viéndose en secreto, sin decirle nada a sus hijos, que pensaban que sus padres eran demasiado viejos para enamorarse de nuevo.

Comenzaron a vivir un amor intenso y apasionado. Se escapaban a hoteles, a parques, a museos, a donde fuera que pudieran estar juntos. Se enviaban mensajes de amor por el WhatsApp, se llamaban por teléfono, se hacían regalos. Se decían que se amaban y que querían estar juntos para siempre.

Pero los cimientos de ese amor se quebraron por las inseguridades de la mujer y la falta de seriedad del hombre. Lee Eun-ji empezó a tener celos de las otras mujeres que seguían a Kim Ji-hoon en la red social. Le reclamaba que le pusiera me gusta a sus fotos, que les comentara, que les enviara mensajes privados. Le exigía que borrara su cuenta y que solo se comunicara con ella.

Kim Ji-hoon se sintió agobiado y molesto por las constantes escenas de celos. Le decía que confiara en él, que solo la amaba a ella, que entendía que ahora estaban juntos, pero que la individualidad siempre estaría presente.

Ella también empezó a dudar de que Kim Ji-hoon fuera sincero con ella. Le parecía que no le demostraba su amor con hechos, solo con palabras. Le pedía que le presentara a sus hijos, que le dijera a su familia y a sus amigos que estaban juntos, que hicieran planes para el futuro.

Él le decía que no era el momento adecuado, que había que ir despacio, que disfrutara el presente. La mujer se sintió herida y decepcionada por la falta de compromiso de su amante. Le decía que, si no le daba su lugar, que, si no le demostraba, que la amaba con pasión, que se iba a alejar de él.

Un día, ella tomó una decisión drástica. Le envió un mensaje a Kim Ji-hoon diciéndole que lo dejaba, que no quería saber más de él, que se había dado cuenta de que su amor era una ilusión. Kim Ji-hoon se quedó sorprendido y triste. Intentó llamarla, pero ella no contestaba. Fue a su casa, pero nunca la encontró. No entendía qué había pasado, qué había hecho mal.

Pasaron los meses. Kim Ji-hoon no podía olvidar a Lee Eun-ji. Se sentía solo y vacío. Se arrepentía de no haberle dado lo que ella quería, de no haberla valorado. Se dio cuenta de que la había perdido para siempre, y que era su culpa.

Un día, recibió un mensaje de Lee Eun-ji. Lo abrió con nerviosismo y esperanza. Tal vez ella había cambiado de opinión. Pero lo que leyó lo dejó desarmado.

Lee Eun-ji le contaba que tenía una enfermedad terminal, que le quedaban pocos días, que había decidido terminar con él para no hacerlo sufrir, que lo había amado con toda su alma. Le pedía que no la buscara, que la perdonara, que la recordara con cariño y que fuera feliz. El mensaje terminó con un adiós para siempre.

Kim Ji-hoon sintió un dolor insoportable en el pecho. Las lágrimas cayeron en cascadas junto con el teléfono y más atrás, cayó él.

Era el final de su amor a escondidas, un amor que había sido intenso, hermoso y que terminó con una tragedia.

Kim quedó como [el sobreviviente] y tuvo la necesidad de verse con [el terapeuta].