En el siglo XVIII, muchos creían en la brujería y otras supersticiones. Una de las curiosidades de aquella época eran las brujas que leían las cartas para predecir el futuro. Estas mujeres oscuras y poderosas eran muy apreciadas por aquellos que buscaban sabiduría y comprensión.

Uno de los personajes más famosos de aquella época fue el millonario Aston Hartman. Su mejor adquisición fue una pintura colgada en la pared de su biblioteca.

La pintura representaba a una bruja que leía las cartas. El millonario no tenía idea de quién era ella, pero le encantaba tenerla allí.

Cada día que pasaba el millonario sentía una curiosa fascinación por la pintura. Incluso él mismo afirmaba que le habían hecho una predicción sobre su futuro en un sueño con la misma. Esto despertó mucha curiosidad sobre quién era aquella bruja y cómo podría saber lo que el futuro le depararía.

El primer encuentro entre la pintura y Hartman fue en una vieja casa que se encontraba en un amplio terreno que el millonario compró para la construcción de una fábrica textil de alta envergadura.

En el momento que Hartman vio la pintura, quedó hechizado y lo primero que exclamo fue:

-¿Y esto de dónde salió?

En ese momento, el vendedor del terreno y la casa, le manifestó a Hartman que la pintura había sido adquirida por su anterior dueño unos meses antes de morir. El anterior dueño murió totalmente solo. Se decía que la pintura estaba maldita y que todo aquel que llegase a obtenerla tendría una muerte trágica y de la mano de quien menos pensaba.

-¡Pura charlatanería! –Expreso el millonario.

-¿Cómo una obra tan maravillosa, con un realismo sin igual, podía traer a la muerte? –Preguntó Hartman.

El vendedor, solo se limitó a sonreír sin mostrar los dientes, mientras el millonario mandaba que la pintura fuese trasladada a su mansión.

Gilda tenía una hija llamada Annabel que no era producto del matrimonio con Aston. Gilda y Aston habían contraído nupcias a finales del año pasado y no llegaban a tener seis meses de casados.

Todos los que conocían a Aston decían que Gilda se había casado con el millonario por puro interés, porque la diferencia de edad era demasiada marcada. Pero esto era una práctica muy común en esos tiempos.

Cuentan los entendidos que cuando Gilda vio la llegada de la pintura a la mansión se puso pálida y le sobrevino un desvanecimiento.

Aston al enterarse de la noticia, corrió a la mansión, tenía la esperanza de que la causa del desmayo fuese un embarazo. Pero el médico afirmo que Gilda no estaba embarazada.

Gilda no estaba de acuerdo con la pintura en la casa y siempre fue motivo de discusión con Aston.

-¿A quién se le ocurre traer a una casa de bien una pintura en donde aparece una bruja leyendo las cartas? –Preguntaba siempre Gilda.

Pasaron los días y la servidumbre de la misión rumoraba que la biblioteca se había vuelto un espacio frío desde que la pintura llegó. Los rumores llegaron a Gilda y esta se lo trasmitió a Aston. Este hizo caso omiso.

En una oportunidad, una amiga de Gilda visitó a la dama y esta le manifestó que se sentía perturbada por la pintura. La amiga de Gilda al ver la pintura, entró en un estado de trance y estas fueron sus palabras:

-No hay nada más misterioso que el arte custodiado por una bruja. Esta bruja, en particular, puede leer las cartas y sentir los mensajes de la Muerte. Esta bruja representa a una figura misteriosa cubierta por la oscuridad.

Inmediatamente, salió del trance y tambaleándose, huyo de la mansión gritando:

-¡La Muerte está detrás de la pintura!

Nuevamente, el millonario no le hizo caso a las palabras de su esposa, estaba enamorado de su pintura y nadie ni nada la apartaría de él.

Los días siguieron pasando y las noches se volvieron un infierno para la servidumbre que si veía lo que pasaba.

Cada noche en la biblioteca, con la oscuridad reinante, la pintura adquiría vida, la bruja se movía, el reloj giraba al revés, el humo se levantaba de la chimenea, y el ruido de unos pasos se sentían.

Aston cansado de tantos lloriqueos de su mujer y de los comentarios de la servidumbre, mando a traer a un especialista en cuestiones paranormales para que examinara la pintura y así tratar de calmar el ambiente de la mansión.

El doctor Adams se presentó en horas de la noche para revisar la pintura a petición de Hartman. Lo primero que notaron todos los presentes en la habitación fue que el doctor se puso pálido y sus ojos brotaron como si se le estuviera apretando con fuerza el cuello. El hombre reaccionó como disimulando que nada le había perturbado y exclamó sin hacer mayor análisis de la pintura:

-La Muerte es la dueña de la pintura, y le otorga poder a la bruja. La bruja puede salir de la pintura y hacer y deshacer lo que la muerte le imponga. ¡Hay que salir de esta endemoniada obra!

Aston se negó rotundamente, no quería salir de la pintura y le dijo a Adams que se fuera de su casa; lo acusó de charlatán.

La servidumbre huyo de la mansión, nadie quería trabajar allí y el rumor de la pintura maldita corrió por todo el pueblo.

Lo último que se supo de la mansión fue que la bruja salió de la pintura, le leyó las cartas a Gilda junto a su hija Annabel y en la lectura se expresaba que Aston las asesinaría.

Aston apareció muerto al lado de la chimenea y las mujeres fueron a parar a un psiquiátrico.

La pintura quedó sola en la biblioteca de la mansión en espera del nuevo dueño.

A lo largo de los siglos, esta pintura se ha convertido en un misterio sin solución. Nadie sabe quién es la bruja que aparece en ella. Esta pintura, cargada de misticismo y magia, sigue siendo una de las obras de arte más misteriosas de la historia.