Servelión era un catire enorme, el mayor de los hijos de Julia. Un campesino nacido en las afueras de Calabozo, un pueblo llano adentro de Venezuela. Desde pequeño todos tenían algo que ver con él. Estaban los que lo querían, los que lo odiaban, los que le envidiaban y las que suspiraban.

Todos conocían a Servelión. Él aprovechando su fama, montó una bodega en una esquina céntrica del pueblo. La bodega tenía un amplio patio en su parte trasera y allí todos se reunían para jugar dominó, bolas criollas y beber, beber mucha cerveza. Eso era lo que más producía la bodega; borrachos y dinero para Servelión. En la parte frontal se vendía caramelos, víveres, refrescos.

Pero el secreto de la bodega no eran las espumosas frías, sino que con cada cierta ronda que pedían los clientes se les obsequiaba una palangana de sopa de gallina que levantaba muertos y demás espantos.

Todo iba muy bien para el negocio, Servelión feliz por sus ingresos y los clientes felices al estar alegres e ingerir sopa caliente y en abundancia.

El único detalle que objetaban los clientes era que la carne de las gallinas siempre estaba dura. A lo que Servelión respondía que a lo mejor era que le hacía falta más candela.

Un día el alcalde del pueblo, que también era cliente de la bodega, declaró una emergencia de salud en el pueblo. El vertedero de basura estaba colapsado y esto se debía a que los zamuros habían desaparecido.

Los animales muertos, los desechos orgánicos del pueblo permanecían allí descomponiéndose y no había el suficiente combustible para quemarlos. Definitivamente, estaban a la puerta de una epidemia.

Resulta que el bodeguero, para poder mantener a su clientela consumiendo frías, les hacía sopa, pero de zamuro haciéndola pasar por gallina. El precio de una gallina era bastante considerable al de un zamuro y el tío debía reducir costos para que las ganancias fueran mayores.

Servelión fue descubierto porque alguien había visto algo sospechoso a lado de la bodega. Cuando la policía llegó, encontraron a Servelión rodeado de cadáveres de zamuros.

El catire estaba preparando una nueva olla de sopa, ajeno al escándalo que se había armado en el pueblo. Los agentes lo arrestaron y lo llevaron a la comisaría, mientras los clientes que estaban al lado, en la bodega, salían corriendo, algunos vomitando, otros llorando y otros riéndose a carcajadas.

Servelión alegaba que estaba haciendo un favor al pueblo, al darles una comida gratis y sabrosa. No le importaba que fuera de zamuro, total, era carne igual. Además, nadie se había enfermado ni quejado por la sopa. Al contrario, todos la pedían y repetían.

En vista de que todo se puso oscuro para Servelión, este tuvo que dejar la venta de frías y sopa, dejo la bodega, el pueblo y se fue para Caracas.

Allá se hizo un hombre próspero con su restaurante chino ubicado entre las esquinas de Chorro a Coliseo.