Pocas veces escribo historias románticas. Soy un apasionado del suspenso y el humor. Pero la pintura de John Atkinson Grimshaw, “Reflejos en el Támesis, Westminster” me cautivó, haciendo que escribiera el texto que les presento a continuación.

Sus comentarios, sugerencias son importantes para mí. Eso me indicara si debo incursionar en el mundo de la escritura romántica.

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Era una noche de primavera en Londres, en el año 1880. El Támesis brillaba con los rayos de la luna, y los reflejos de las edificaciones se extendían por la superficie del río.

Una joven mujer llamada Amelia se encontraba recostada de las defensas del puente de Westminster, contemplando el paisaje. Llevaba un vestido de rosa, y su cabello castaño ondeaba al viento.

Amelia era una mujer hermosa, pero su rostro reflejaba una gran tristeza. Hace unos meses, había perdido a su prometido, John, en un accidente.

Ella se había enamorado de John desde la niñez. Habían crecido juntos en el mismo barrio, y siempre habían sido inseparables.

Cuando John le pidió para que fuera su novia, Amelia estaba encantada. Habían planeado casarse el verano siguiente, pero el destino tenía otros planes.

Amelia se había quedado sola y desconsolada.

Aquel día, Amelia había decidido ir al puente de Westminster para recordar a John. Quería estar cerca de él, aunque fuera solo en sus recuerdos.

Mirando el río, sus lágrimas brotaron, y cayeron sin resistencia.

De repente, Amelia vio algo en el agua. Era una figura masculina, que se reflejaba en el Támesis.

La figura se acercó a Amelia, y ella sorprendida pudo ver que era John. Estaba tan real como lo recordaba.

La figura la miró a los ojos, y ella sintió que el amor volvía a florecer.

Ambos se abrazaron, y fue como si el tiempo se hubiera detenido. Por un momento, todo era perfecto.

Pero luego, la figura de John empezó a desvanecerse. Amelia se aferró a él con fuerza, pero no pudo evitar que se escapara de sus brazos.

Amelia se quedó sola en el puente, llorando desconsoladamente. No podía creer que John se hubiera ido de nuevo.

Pero entonces, Amelia sintió algo en su mano. Era un anillo de oro, con un diamante engastado.

Amelia miró el anillo, y supo lo que significaba. John le estaba diciendo que su amor siempre estaría con ella.

Una sonrisa se dibujó a través de las lágrimas de Amelia. Sabía que nunca olvidaría a John, y que él siempre la acompañaría.